OPINIÓN

72.000 millones y un piano

A la presentación del plan de Recuperación de la Economía y Resiliencia lo llamaremos en adelante el Planazo

A la presentación del plan de Recuperación de la Economía y Resiliencia lo llamaremos en adelante el Planazo. Dan unas ganas locas de 2021. En 1991 durante la guerra del Golfo, mandaron a Marta Sánchez a cantar a la fragata Numancia los ‘Soldados del amor’ ... porque aún se podían decir cosas de las cachas del constitucionalismo. Para conmemorar la fecha, Sánchez nos ha mandado a James Rhodes a tocarnos los fandangos de Beethoven. El pianista británico tiene una ley a su nombre y encuentra una peculiar felicidad en el descubrimiento de las cosas de los españoles y de su Gobierno del que se ha convertido en despeinado propagandista. Adora los retruécanos de la irresistible magia del castellano según el cual un huevo significa mucho y tres, nada. Es un hombre ‘Wow’. Ayer, interpretaba el ‘Himno de la Alegría’ de mi Españita del ‘Titanic’ y teníamos el Iceberg de la deuda clavado en la línea de flotación. Recibía a España en jeans y camiseta y flequillo despeinado, lo que ahora viene a llamarse prendas básicas, como si lo acabaran de pillar las cámaras por sorpresa. A mí me faltaba el gato de Fernando Sánchez Dragó tumbado sobre el respaldo del sofá, pero había una foto de Beethoven que enfocó la cámara con serenidad, como en las piezas audiovisuales que emiten durante el Concierto De Año Nuevo durante algún vals de alguno de esos Strauss cuyo parentesco resulta inextricable. El ‘Himno de la alegría’... ¡una alegría! Estamos endeudando hasta las cejas de nuestros tataranietos, ¿no es bello? A mí para lo de ayer me sonaba más a la jota de La Maripili que va de que a la Maripili le ha pillado el toro y a Pablo Iglesias, el juez Manuel García-Castellón. Hay algo medular en la figura de Sánchez, y es entusiasmar mucho al propio y sacar de quicio al de enfrente, y para esa misión ha encontrado la medida perfecta en James Rhodes, que es un poco Jerry Lee Lewis y otro poco aquel que tocaba el piano en Cine de Barrio. Tiene su encanto, lo del piano. En un grupo de Whatsapp de los amigos del colegio en los que uno comprende por qué lleva 25 años sin hablarse con los compañeros del colegio, se pusieron un día a contar a qué se dedicaba cada uno. Aquél era diseñador aeroespacial, aquella salvaba el mundo. Como Tom Wolfe, en lugar de admitir que era periodista, les confesé que era pianista en un burdel. Mejor les hubiera dicho que era un pianista en Moncloa.

No disparen al pianista. Rhodes no es Frederic Chopin, pero tiene derecho a que le dejen vivir como pianista de Sánchez. Hay gente que se extraña, no sé por qué; es difícil no ser de Sánchez. Lo escucha uno y parece que ya hemos salido de una crisis en la que todavía ni siquiera hemos entrado de lleno, qué importa. Ya volamos hacia 2030 como en un Falcon cero emisiones. Tócala otra vez, James Rhodes. No sólo saldremos más unidos, y más fuertes, ¡Si es que vamos a salir ricos! Solamente necesitábamos 72.000 millones y un piano.

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