OPINIÓN

Estado de derecho

La cantinela «hay que defender el Estado de Derecho» se escucha frecuentemente en los medios para justificar políticas partidistas

El escritor y filósofo anarquista Agustín García Calvo, en su opúsculo ‘Qué es El Estado’, Biblioteca de Divulgación Política, Editorial La Gaya Ciencia 1976, sostiene con cierto sarcasmo que hablar mucho del Estado es también una forma de descalificar un concepto que él no comparte, pues el reiterado uso de un término acaba por diluir su significado. García Calvo fue desposeído por el franquismo de su cátedra de griego en la Universidad Complutense de Madrid en 1965, junto a otros catedráticos, como Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Santiago Montero Díaz; al mismo tiempo que Antonio Tovar y José María Valverde renunciaban a las suyas, este último mediante la proclama: «sin ética no puede haber estética», ya que él era catedrático de Estética y López Aranguren de Ética. Más que por sus proclamas políticas, García Calvo ha sido valorado por su excelente producción poética que incluye el himno de la Comunidad de Madrid; también por sus ensayos sobre el lenguaje que aportan la idea de perversión en el manejo de los términos. En los últimos tiempos del gobierno del general Franco, la oposición democrática reivindicaba el Estado de Derecho como alternativa política y de convivencia a la dictadura, ahora el general Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco, alude al Estado de Derecho para evitar la exhumación de los restos del dictador.

Mas allá del esperpento ofrecido por Chicharro, se ha escuchado a muchos políticos ampararse en la defensa del Estado de Derecho para aplicar con rigor determinadas leyes o bien exigir su cumplimiento mas estricto, mediante un discurso en el cual parece entenderse que éste consiste meramente en el imperio del derecho positivo frente al derecho natural, a la ética y a los valores democráticos. Olvidan que todas las atrocidades cometidas por Hitler, Mussolini y Stalin se ajustaban a la legislación imperante en sus respectivos Estados; es evidente que algunos de nuestros dirigentes nunca leyeron el libro del catedrático Elías Díaz, titulado ‘Estado de Derecho y Sociedad Democrática’, cuya edición de bolsillo en Alianza Editorial, Madrid 1965, fue obra de referencia para los jóvenes que lucharon por la democracia en España durante el ultimo tramo de la dictadura. Según entendimos y algunos aún lo creemos así, todo Estado crea su propio Derecho a través de un conjunto de Leyes que utiliza para hacer funcionar la sociedad, no existen Estados sin leyes ni jueces; a pesar de esto no todo Estado puede ser reconocido como Estado de Derecho, para lo cual resulta decisivo que existan procedimientos de abierta y libre participación popular en la redacción de las leyes y en el control de su aplicación.

La cantinela «hay que defender el Estado de Derecho» se escucha frecuentemente en los medios para justificar políticas partidistas, sin que éstos expliquen muy bien qué significa un Estado de Derecho en una sociedad democrática. Resulta muy sencillo y a la vez complejo: respeto y garantía efectiva de los derechos humanos, nítida separación de poderes, sistema electoral proporcional, libertad de expresión, control de la actividad política por parte de los ciudadanos, limitación de mandatos, especial vigilancia contra la corrupción y el clientelismo. Quienes cantan las virtudes del Estado de Derecho debieran de ocuparse mas de ajustar nuestra Constitución y el ordenamiento jurídico a lo que esto representa, lo cual exige una reforma constitucional y la derogación de leyes que atentan contra principios democráticos y derechos humanos, como la denominada Ley Mordaza y la Ley de Reforma Laboral.

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