La estación oculta

Sin duda uno de los principales edificios de la ciudad antigua amurallada de Cádiz es la Estación Ferroviaria de hierro del siglo XIX

Julio Malo

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Sin duda uno de los principales edificios de la ciudad antigua amurallada de Cádiz es la Estación Ferroviaria de hierro del siglo XIX, excelente pieza de la arquitectura propia de la revolución industrial que preludia el Movimiento Moderno, estilo arquitectónico que hereda del gótico la coherencia y la autenticidad. Al modo de las estaciones madrileñas de Atocha y Delicias, consiste en un amplio hangar de estructura y cubiertas metálicas, flanqueado por crujías de ladrillo rematadas por torreones que componían una bella fachada de la ciudad al mundo de la mar, hasta que en 1959 se construye la Aduana que oculta toda la hermosa fachada ferroviaria, mediante una pieza carente de interés, pues corresponde al estilo historicista propio de los años cuarenta, ya desechado por la práctica de la arquitectura en la época de su construcción, en la cual se había recuperado la modernidad, especialmente en edificaciones públicas, como lo demuestran: el Edificio de Sindicatos en Madrid, de Asís Cabrero (1949) o el Gobierno Civil de Tarragona, de Alejandro de la Sota (1956), por citar solo dos piezas significativas del periodo. La Aduana es además un edifico sin valor intrínseco, por su tosca composición: la pesada coronación sobre el pórtico de columnas jónicas, los huecos cuadrados, y la retícula que acusa en fachada su estructura de hormigón.

La demolición de la Aduana para recuperar la Estación histórica y la fachada marítima de la ciudad ya se plantean en documentos urbanísticos desde los años ochenta que acaban cuajando en concurso para la ordenación de este espacio que gana el arquitecto César Portela en 1997, y se recoge en el Plan Especial de 2001, incluyendo: nueva estación término, restauración de la antigua y derribo del ‘tapón Aduana’, actuaciones asumidas por el Plan de Infraestructuras de Fomento 2000-2007, aún contenidas en convenio vigente entre Ayuntamiento y Adif de 2008. Desafortunadamente aparece en escena un ‘Foro Salvemos la Aduana’, desde él un grupo de personas con buena voluntad pero mal informadas se oponen al previsto derribo, y algunos políticos de la Junta ceden a esta presión para incluir el tosco caserón en el Inventario del Patrimonio Inmueble de Andalucía según resolución de diciembre de 2009, contra el criterio científico, tanto de los redactores del Inventario, como de los técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.

La estación nueva ya se levantó, y también se ha restaurado con primor la antigua que se encuentra aún sin uso, en parte porque continua escondida tras el indeseable telón de la Aduana; por eso y por otras razones el Ayuntamiento, Adif y otras Administraciones se plantean actuar sobre este lugar para recuperar el umbral de la ciudad a la mar, rectificando el error de mantener la Aduana en el Inventario que le concede una protección injustificada. Ante esto, se acaban de reunir tres supervivientes de aquel Foro que paralizó el derribo y han emitido un comunicado en el cual manifiestan, entre otras cosas que «la administración no puede ir contra sus actos», lo cual no se entiende, pues como ha replicado el profesor Daniel López Marijuán, sí parece razonable revocar un acto administrativo que como en este caso no estaba fundamentado. No se trata de proceder a la demolición por tratarse de un edificio franquista, como dicen desde el Foro, sino porque impide la regeneración del sugestivo espacio entre la estación y la mar; hay arquitecturas de época franquista con extraordinario valor, y tampoco se puede demoler todo edifico que no lo ofrezca.

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