José Manuel Hesle

Claves de futuro

La semana pasada nos visitó el que fuera secretario de Cultura Ciudadana de Medellín Jorge Humberto Melguizo

José Manuel Hesle
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La semana pasada, a instancias de Menchu Romero y con la colaboración del Ayuntamiento, el Colegio de Trabajo Social y Plan C, nos visitó el que fuera secretario de Cultura Ciudadana de Medellín, Jorge Humberto Melguizo, para compartir algunas de las claves empleadas en el proceso de transformación iniciado en esa emblemática ciudad colombiana. Se trata de una ciudad especialmente castigada, en el contexto de un país que suma ya casi 70 años de guerra, muchos miles de muertos y un insoportable sufrimiento para una población víctima del conflicto.

Lo contrario de la inseguridad no es la seguridad, como inútilmente nos empeñamos en imponer y defender desde la Europa de las concertinas y del IBEX 35, sino la convivencia como único camino hacia una sociedad diferente, construida desde la diversidad.

Es éste, para Melguizo, el principio básico del modelo de desarrollo en el que están enfrascados. Favorecer el encuentro y la convivencia apostando por instalaciones públicas que, al margen de la procedencia y posibilidades económicas, garantizan a los ciudadanos/as la equidad o igualdad de condiciones para acceder a la educación y la cultura. Espacios que, sin embargo, no se conciben más que como contenedores o envolventes de iniciativas comunitarias integrales destinadas a hacer y rearticular ciudadanía. Se genera así una relación interpersonal distinta sustentada en la cooperación, la solidaridad, el entendimiento, la cohesión social, el respeto a las diferencias y la economía del bien común. Esa es la dinámica a la que vienen respondiendo, con el reconocimiento de la comunidad internacional, los parques biblioteca distribuidos por todos los barrios de la ciudad.

Cierto, Cádiz no es Medellín, pero deberíamos extraer de la experiencia de aquella referencias útiles para transformar una ciudad que ha abundado, tal vez demasiado, en la estética a costa de olvidar la ética. Que se ha empleado en desarrollar un modelo urbanístico prefabricado en los despachos y desconectado de las inquietudes de la calle. Es un hecho la existencia de edificios públicos que se arruinan en el abandono y otros, de reciente construcción, vacios de contenido. Toca ahora plantearse un proceder diferente que ponga el foco en lo social. Que concentre las energías, más que en las actuaciones mismas, en el cómo se llevan a cabo. Porque sólo perdura lo que se construye desde lo comunitario. Sirva, no ya Medellín, como prueba de lo que digo, sino que ahí tenemos, sin ir más lejos, el papelón de la Edusi. El reto, en una ciudad claramente atomizada y desvertebrada en lo social, es empezar a trabajar comunitariamente y desde la integralidad. Así se nos demanda.

Se podría comenzar habilitando espacios por distritos que funcionen como puntos de encuentro y promoción de la ciudadanía. Lugares abiertos al entorno inmediato y a la ciudad en su conjunto y donde puedan ofertar sus programas cuantos colectivos y agentes sociales actúen en el territorio, además de las propias delegaciones municipales. Donde, desde expresiones culturales diversas, se promueva el pensamiento crítico y el desarrollo de valores cívicos. Donde puedan concretarse, de modo participativo, la prioridad de las acciones comunes a emprender.

Puede también aprovecharse el Tricentenario para –además de mirar hacia atrás– conocer, reconocer, valorar y potenciar las experiencias que, de tal naturaleza, se vienen realizando en esa Iberoamérica en la que, hoy como ayer, podrían seguir estando las claves de futuro de esta ciudad.

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