Un Cádiz de piedra.. óxido, herrumbre y suciedad

El deterioro del patrimonio representa el estado de salud, de declive y letargo, de la capital gaditana

Moret A. Vázquez

Uno se queda de piedra al advertir el estado de deterioro del patrimonio gaditano. No es patrimonio, disculpen la redundancia, exclusivo de la ciudad de Cádiz , donde confluyen esos dos factores tan dañinos para la imagen de un pueblo, un barrio, una plaza: ... el vandalismo y la dejadez.

La educación del ciudadano es precisamente asignatura pendiente, y no porque no se reitere esa lección amargamente repetida en todos los hogares: no hagas fuera lo que no harías en tu casa. Máximas de mínimos, vilipendiada por esos que no entienden que la calle es la extensión de su domicilio, la entradilla antes de alcanzar la puerta.

En cuanto a la conservación, limpieza, cuidado y restauración de los elementos de la vía pública, no tienen culpable pero sí responsable. La crítica al gamberro incívico no es óbice para denunciar la mínima inversión del Ayuntamiento gaditano en mantener decente la otrora brillante Tacita de plata. Ya denunciamos el pésimo estado de la mayoría de barrios de Extramuros, los que se ubican en la trastienda de la Trimilenaria, aquellos que no son lugar de paso de turistas y visitantes pero donde viven y trabajan tantos gaditanos.

Esa sensación de suciedad y desidia se observa también en el patrimonio histórico y artístico que cada día va deteriorando su aspecto. Una ruta por las estatuas y los monumentos de Cádiz es magnífica para visualizar su decadencia: óxido, herrumbre, piedra quebrada y arrancada, corrosión, pintura, descomposición… en mayoría de casos huellas del paso del tiempo que corresponde borrar a los responsables municipales.

Segismundo Moret en San Juan de Dios, puerta de entrada desde el mar; la diosa Gades, el pájaro jaula (la entrada por tierra), un Blas de Lezo al que le falta más de un brazo y una pierna, el emblema de la Constitución en la plaza de España... Más allá del valor escultórico, simbolizan el estado de salud de una ciudad, y hoy representan su declive y letargo. Preocupa la despreocupación, la ausencia de cariño en un enclave donde además la humedad y la fuerza del viento obligan al mimo constante.

De piedra. Así están, así estamos y así permanecemos ante la inacción del Gobierno municipal al que se le acumula el trabajo tras seis años más pendientes del pasado que del presente y futuro. A estos petrificados representantes municipales habrá que exigirles que se muevan, que hagan algo. Que no se queden como estatuas.

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