El metal, Waterloo y mucha policía

Uno busca canciones que sean la banda sonora del conflicto laboral de esta semana, pero se pierde en sonoros tópicos manoseados

Los malos articulistas somos como los malos magos. Tenemos que ir buscando trucos para completar el número, trampas en las que hacer caer al lector para que, cuando llegue a la última línea (si es que ese milagro se produce), crea que no somos del ... todo idiotas. Qué mas quisiera yo tener la fina ironía de Rosa Palo, la clarividencia de Yolanda Vallejo o la erudición de Felicidad Rodríguez. Pero no, tengo que recurrir a argucias que enmascaren mi falta de talento, como un mal chirigotero, y robar de mina ajena para el brillo propio.

Por ejemplo, esta semana me había propuesto escribir sobre lo que había sido todo el conflicto del sector del metal en Cádiz y quería utilizar de hilo canciones que todos conociéramos. Qué original, ¿verdad? La tentación lógica era hablar de Ska-P y su ‘Vals del obrero’, y poner aquí el «Sí, señor, sí, señor, somos la revolución tu enemigo es el patrón» o, ya que de revolución iba el juego, invocar el, ‘A desalambrar’ de Víctor Jara, aunque el título, siendo currantes del metal, me parecía de una inasumible contradicción.

Invocando la solidaridad de pelambreras, la ternura del pelazo, eché mano a Carlos Cano, amigo que nunca falla. Me gustaban sus ‘Sevillanas de Chamberí’ con lo de la gracia del manifestante gadita y su ‘Murga de los currelantes’, pero con lo del párrafo que pide «Escuela gratis, medicina y hospital» temí enfadar a la Junta de Andalucía, más propia de las bromas privadas que de chanzas públicas.

Bailongo y práctico, pensé que si unos suecos me habían arreglado la decoración de la casa, otros lo harían con el artículo. Así que me planté de hinojos ante ABBA tratando de hacer un símil entre su ‘Waterloo’ y la lucha de los trabajadores. Se lo pueden imaginar, no doy para más, una patronal erigida en un Napoleón que siempre gana hasta que los obreretes le plantan un Guaterlú (uo, uo, uo). Pero me encontré que la canción soltaba un «Waterloo, promise to love you for evermore» (Waterloo, prometo amarte para siempre) y temí que dentro de tres años, cuando se reabra el convenio, la canción quedara obsoleta. Iba a tirar entonces por el ‘Final Countdown’ para la próxima colección de barricadas, pero me achantó que me tuvieran por un pájaro de mal agüero

Y ahí me rendí. Paré de teclear, me eché atrás en la silla y dejé que siguiera la lista de reproducción en mi portátil en la que Joaquín Sabina, flaco bendito, relataba no sé qué de unos chavales a los que les esperaba mucha, mucha policía, mucha, mucha policía, mucha, mucha policía, mucha, mucha policía.

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