El previsible olvido cuando la memoria no interesa

El desdén hacia el 75 aniversario de la explosión de Cádiz refleja hasta qué punto el Ayuntamiento es capaz de preterir cualquier tipo de acontecimiento que no pueda aprovechar ideológicamente

La Voz

Cádiz

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Contaba Estrabón, en el siglo I antes de la era Cristiana, que en Cádiz, hasta los niños de teta sabían que eran descendientes de los fenicios y se enorgullecían de esos orígenes que se perdían entre la bruma de la leyenda y el recuerdo. En la actualidad, habría que sumar varios acontecimientos más a la historia de Cádiz, varios momentos históricos que conoce casi cualquier niño un poco leído y casi cualquier adulto por mucho que haya despreciado la lectura. Está el origen fenicio, la llegada de Julio César a la ciudad, está el segundo viaje de Colón, la Casa de Contratación, el maremoto, la resistencia a Napoleón y la proclamación de la Constitución... y la explosión de 1947. De los grandes acontecimientos gaditanos, el más reciente es de los más luctuosos: un depósito de minas explota y desata el apocalipsis sobre Cádiz. Decenas de muertos y una ciudad arrasada en un infierno que hizo temblar toda la Bahía. El tiempo se paró en la memoria gaditana para que se siguiera recordando, año tras año, la magnitud de una tragedia que acabó con la vida de 150 vecinos.

O no. Porque un acontecimiento histórico que no puede ser aprovechado ideológicamente, que no puede ser empleado para confrontar a vecinos contra vecinos, parece no interesar al Ayuntamiento de Cádiz. Los que se precian de tener la memoria más aguada de todo el orbe, los que no olvidan ni uno sólo de los heridos durante la Guerra Civil, han preterido por completo a los muertos por la explosión de Cádiz. Su querida Memoria, a la que le han dedicado una Concejalía al servicio del edecán de gobierno de Kichi, se disipa cuando no puede emplearse para cambiar calles al antojo o para retirar placas con el arbitrio del revanchismo más encarnado.

Este año se cumplen 75 años desde que el cielo de Cádiz se volvió rojo, desde que la Salada Claridad se convirtió en un infierno de puertas retorcidas y cunas ardiendo. Pero no parece un acontecimiento digno de que el Ayuntamiento de Cádiz celebre algún tipo de homenaje. Aún quedan con vida varios de los supervivientes gaditanos de aquella trágica explosión. Mal que les pese a nuestros concejales, sus testimonios, su memoria sí es parte de la historia verdadera de Cádiz. La que se recordará por encima de las interesadas ideologías.

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