La teoría de la herradura

Todos tenemos posiciones políticas, aunque lo neguemos. Es la mayor conquista de libertad lograda por la democracia

José María Esteban

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Vamos teniendo cada vez más cuidado, mejor dicho, cierto miedo a tratar el tema político en encuentros familiares o amistosos. Incluso en nuestros propios círculos, al situarnos en lados contrarios, opinar sobre estos temas se hace incómodo. En vez de encontrarnos con un distendido debate e intercambio creativo de ideas, concluimos hacia una relativa separación y enfrentamiento que, en mi opinión inquieta.

Cada cual es dueño de tener sus propias ideas y manifestarlas, estaría bueno. Todos tenemos posiciones políticas, aunque lo neguemos. Es la mayor conquista de libertad lograda por la democracia. Sin embargo, noto que por día expresarse libremente en público o privado y apoyar alguna acción de algún partido, deriva en una digresión. Bulle en el aire cierta ausencia de tolerancia y respeto, con el peligro de dinamitar los logros obtenidos. El distanciamiento contamina la normal convivencia. Esto se está logrando a pulso, por los ejemplos diarios de algunos referentes políticos y fanatismos, que debieran predicar con el ejemplo, ofreciendo mayor acercamiento.

Cuando nos reunimos amigablemente, salvo que se reconozca un mismo grupo ideológico, evitamos el tema, pasando a otros más intrascendentes. No me quitaran la razón de que esto ocurre a menudo. Las preguntas pueden ser: ¿Por qué va siendo tan áspera la discusión entre las ideas de unos y otros? ¿No es posible asumir que, independientemente del derecho a defender tus propios criterios, la dureza que articulamos al exponer los pareceres, va creando conflictos y problemas? Las pugnas intolerantes, generan dificultades en la comprensión humana. Algunas creencias llevan peleándose casi desde su fundación y véanse los daños y pérdidas que han ido ocasionado. Todo por no entender que a este mundo se viene con el principal objetivo de convivir y cohabitar. Se nos ha otorgado un único, común y magnifico territorio, dado por las leyes del universo, sin rayitas ni fronteras, que nos permite la vida, no el duelo. Partimos de la intransigencia de nuestra verdad y nunca pensamos que también pueda estar en la de los demás. La verdad es una búsqueda común y no existe por sí misma, se debe compartir.

La crianza de la idea política, a salvo de las malvadas venganzas que no debieran heredarse ya nunca más, se nutre de la cultura y amistades en las que cada cual se haya desarrollado. La experiencia familiar y laboral, cuando se pertenece a una u otra institución muchos años, también opera una especie de ósmosis en el credo ideológico. Frecuentemente te hacen comulgar con otras posiciones, porque hay que ser leales y comer sin incordiar. Se puede comprobar como las diferentes direcciones bajo las que se trabaja, sibilinamente y a veces sin querer, nos secuestran la manera de pensar.

La 'teoría de la herradura', atribuida a Jean Pierre Faye, defiende que los extremos se tocan cada vez más. Aunque esta paradoja no es nada científica, ese arco que insinúa el encuentro, es una buena imagen de la antítesis actual española. No estaría mal, ahora que vienen investiduras, que dichos extremos de inventadas libertades en un mundo global, perdieran protagonismos y egolatrías claramente interesados. Debieran colaborarse mejor en el sentido común, el entendimiento y contribuir, porque son las mismas, a solucionar las necesidades prioritarias de todos los ciudadanos. Así podríamos congregarnos a comentar sin temor y con naturalidad nuestros respetables pensamientos. Que ya pasó lo que pasó, hace muchos años, y también no hace tanto. Salud.

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