OPINIÓN

19 días y 500 noches

El electorado español ha demostrado ser menos estúpido de lo que creen los líderes políticos y no ha dudado en dar bandazos electorales cuándo así lo ha creído oportuno

Javier Fornell

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Así rezaba la canción de Sabina y así andamos con la investidura eterna de un Pedro Sánchez que no tiene los apoyos necesarios o ya habría acudido al parlamento para su nombramiento. El ego del presidente en funciones es enorme y está convencido de que podrá conseguir lo que se propone aunque sea pactando con el demonio y con dios a la vez. Presidir Europa y, a la vez, pactar con quienes desean romper España.

Y esa dualidad se alarga, y los 19 días que llevamos ya parecen 500 años de noche democrática. Una noche de cambalache, eso sí, en la que lo mismo se ofrecen amnistías que jornadas reducidas por el mismo salario. Una suerte de bazar en la que la igualdad entre los españoles se vende al mejor postor mientras el Partido Popular de Feijoo hace mutis, como las hienas, riendo bajo cuerda. Sabiendo que la venta al por menor del PSOE supone un antes y un después y que, o muy ingenuos e incultos son sus votantes, o puede suponer el salto necesario hacia una futura mayoría absoluta. Sobre todo al tener a un VOX que juega al circo de Milei mientras se desangra por todos sus costados.

Tanto es así, que VOX ha decidido hacerse el haraquiri lanzándose a tratar de entrar en los gobiernos. Y eso es la peor política del mundo para el segundo partido de la coalición. Lo sabe Pedro Sánchez y lo sabe todo Ciudadanos. Pero sobre todo lo sabe Pablo Iglesias (némesis de Abascal) que ahora hace campañas en internet para sacar fondos para su televisión privada o para irse a Gaza a hablar sobre el terreno de la guerra judeo-palestina. Es ley no escrita: el presidente se come al vicepresidente; y la entrada de VOX en los gobiernos tendrá como consecuencia su paulatina desaparición.

Esto también lo sabe Pedro Sánchez, quien primero lo hizo con Podemos y Pablo Iglesias y ahora tratará de hacerlo con el SUMAR de Yolanda Díaz. Más cuando la vicepresidenta se aleja de la moderación para seguir en modo electoral, a sabiendas de que todo indica que será complicada una legislatura larga y placentera. Es muy posible que Sánchez logre la investidura pero será la primera vez que se enfrente a una crisis económica sin red y con la presión de la UE sobre su cogote. Y hacerlo con la espada del independentismo fijada en su espalda no será cómodo. A largo plazo, tampoco será beneficioso.

El electorado español ha demostrado ser menos estúpido de lo que creen los líderes políticos y no ha dudado en dar bandazos electorales cuándo así lo ha creído oportuno. Hasta ahora el discurso del miedo, del «que vuelve Franco» era válido con un rango determinado de edad, pero el dictador se borra en el olvido de los tiempos. Además, el español medio está cansado de discursos grandilocuentes que se alejan de una realidad que no llega a fin de mes. Harto de elecciones cada poco tiempo, harto de radicalismos políticos que nada aportan a la convivencia.

Los 19 días de negociación de Pedro Sánchez solo servirán para alargar su mandato, pero las consecuencias futuras no parecen halagüeñas para un partido socialista a la deriva; un partido en el que los viejos barones tratan de recuperar galones mostrando la división interna.

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