En defensa de nuestro patrimonio

Ver niños correteando y aupándose hasta el trono vacío de Fernando VII me calentó la sangre, pues el patrimonio debe cuidarse y protegerlo

Javier Fornell

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Hace unos días publiqué en mis redes sociales una critica a una serie de padres que permitían a sus hijos jugar en el monumento a la Constitución de Cádiz, en la plaza de España. Ver a esos niños correteando y aupándose hasta el trono vacío de Fernando VII me calentó la sangre, pues el patrimonio debe cuidarse y protegerlo. Además, los críos corren peligro en caso de caída desde las alturas. No es lo único que se podía ver ese día: los papás y las mamás (que me han respondido indignadas por solo usar el genérico) hacían su botellón particular de cerveza y patatas fritas a la sombrita del jardín botánico y algunos niños (y no tan niños) aprovechaban parte de los parterres del parque como WC públicos.

Lo más curioso es que en las redes, algunos de esos padres y madres han saltado ofendidos por el uso de la imagen de sus hijos (fotos borrosas, con los rostros eliminados para que no se reconozca a los niños) ya que «tienen que jugar». Eso es algo básico, estamos de acuerdo, pero debe jugarse con respeto y educación, y aquí entra la figura de los padres. Son ellos los que deben educar a sus hijos usando el no en algunas ocasiones. Un no que parece que no se le puede decir a los niños, que pueden jugar a corretear por un monumento que necesita arreglos cada X tiempo por su deterioro natural. Arreglo que pagamos tú y yo y que se hacen más necesario si una tropa de chavales corretea por sus diversos elementos.

También habría que decirle que no se puede a los niños que juegan al futbol a las puertas del Ayuntamiento; golpeando con fuerza nuestro patrimonio e impidiendo el paso de las personas por esa zona. José María González, Kichi, lanzó una campaña para que los niños volvieran a las plazas, algo aplaudible y elogiable, pero se olvidó del detalle de decir que había que hacerlo con respeto y educación. El resultado es que hay zonas impracticables, pues no se trata de cuatro niños pequeños correteando con un balón sino de chavales ya creciditos viendo quién golpea más fuerte las puertas y ventanas del Ayuntamiento.

Y detrás lo que hay es la falta de educación de los padres. Los progenitores que deberían explicarles a los niños que ese 'parque' en el que juegan realmente es un monumento artístico. Que hay que cuidarlo y respetarlo para que en el futuro los gaditanos puedan disfrutarlo. Que no hay que saltar las vallas, ya que están para cercar esos lugares que debemos cuidar. Que es nuestra historia, nuestra ciudad y nuestra casa. Y que las cosas, si no se cuidan, se rompen y hay que volver a pagarlas. Aunque para que digan todo eso en vez de «la vida por encima de todo» que me soltó uno de los progenitores en redes, ellos también deberían considerarlo como su casa. Obviamente no lo hacen, aunque seguramente se les llene la boca de hablar de las grandezas de Cádiz. Ya lo dijo Antonio Martínez Ares hace unos días: la isla nos hace menos libres. Yo añado que no salir de la isla nos hace más incultos, más ignorantes y esa ignorancia se trasmite a los hijos a la hora de defender realmente lo nuestro.

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