OPINIÓN

El talión y la yihad

Ambas sociedades son muy peculiares y guardan con natural orgullo sus propias costumbres

A estas alturas cada vez es más es difícil entender el porqué de la guerra entre Gaza e Israel. Desde un punto de vista occidental y cristiano, asentado en la herencia de los viejos principios atenienses o en el esqueleto jurídico romano y moderado por ... los principios liberales de la razón y el libre comercio, no es fácil comprender ni la oportunidad del inicio de esta contienda ni el desarrollo de la respuesta dada.

Hay una natural tendencia a considerar que Israel sea como un bastión que Occidente tiene en el hondón del Mediterráneo, quizás porque, desde la Diáspora hasta Balfour, los judíos prácticamente han estado conviviendo y siguen aún conviviendo entre nosotros pese a todo lo que este Occidente les ha golpeado, mientras que los musulmanes, a lo largo de tantos siglos, han estado digamos que al otro lado de la frontera, eso que aquí se sabe muy bien por tener en nuestra provincia algunos municipios con ese apéndice gentilicio.

Por ejemplo, ambas sociedades son muy peculiares y guardan con natural orgullo sus propias costumbres. Los israelitas han formado un Estado haciendo un bloque poblacional oriundo de Europa, América y hasta del Norte de África más occidentalizado, pero manteniendo aún ancestrales usos como un sistema judicial religioso para las cuestiones matrimoniales o sus singulares recelos en los alimentos que se puedan ingerir. Del mismo modo y aunque los musulmanes no vivan en un único Estado sino en varias y distintas naciones también tienen muy en cuenta la cuestión religiosa y hasta los alimentos que tampoco pueden comer.

Si los hebreos han permanecido tantos siglos entre nosotros manteniendo su forma de vida, muchos musulmanes que están ahora instalándose en nuestros países para buscar nuevas esperanzas traen hasta aquí los usos de la suya y, a menudo, ambas comunidades, cada una por separado, dan la impresión de que tienden aún a concentrarse en barrios o distritos, usan sus propios ropajes o montan y abren sus exclusivas tiendas de alimentación, con lo que, comprensible sentimiento de pueblo y creencias, dan idea de que siguen defendiendo sus diferencias y manifestándoselas a los demás.

España peleó siglos con unos y desterró a los otros hasta con expedientes de limpieza de sangre. Y Europa levantó sus Cruzadas contra unos como persiguió hasta el exterminio a los otros, pero, por encima de todo esto, Occidente ha ido empeñándose durante siglos en ordenar su convivencia pese a todas las caídas que hemos tenido en tantas guerras, cosa en la que los israelitas y sus vecinos no han avanzado tanto desde 1947 con un derecho otorgado y ganado para poder llegar a conseguirlo.

A ambas comunidades les tengo respeto y pienso en ellas como dos naciones que buscan sitio en el Mundo, pero también se me viene al magín alguna tribulación de que debe ser muy difícil hacer prevalecer los usos de nuestras democracias a quienes llevan siglos pensando que el que la hace la paga por aquello de diente por diente y ojo por ojo o que se declare una guerra como santa para ganar un paraíso.

Europa y Norteamérica, no hace tanto tiempo, han sufrido dos grandes guerras con muchísimas vidas perdidas, dolor de muchas familias y grandes desastres económicos. España también, y aún después de casi un siglo, todavía hay gente que nos prefiere enfrentados, pero somos muchos más los que anhelamos buscar la unidad antes que fomentar la desunión. Ahora se ha pedido la intervención del Tribunal Internacional de La Haya y, casi sin tiempo de reaccionar, de nuevo el Mundo ha vuelto a estremecerse con lo de los hutíes, el Mar Rojo, el Yemen y el bombardeo…

Yo me acuerdo mucho de aquello que nos cantaba Bob Dylan en los 60, «¿cuántas muertes serán necesarias para que se sepa que ha muerto demasiada gente?»

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