José María Carrascal

El sombrajo

¿Qué puede esperarse de quienes se engañan entre sí?

José María Carrascal

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Quisiera creer, como tantos españoles, a los confesos nacionalistas catalanes que ante el juez abjuraron de la independencia unilateral, admitieron que la república que aprobaron era sólo virtual, prometieron seguir en adelante «la senda constitucional», para usar una locución tan decimonónica como ellos. Quisiera creerles, pero no puedo.

Y no puedo porque ellos mismos se han contradicho al admitir que tal rectificación tiene por objeto obtener la libertad, no para proclamar que se habían equivocado, que están arrepentidos y dispuestos a cumplir la penitencia, los tres elementos básicos de una confesión auténtica, sino para volver a Cataluña y mantener su hoja de ruta, aunque por otra vía.

Pero ¿qué garantías de legalidad pueden dar quienes han demostrado una y otra vez que no reconocen las leyes españolas? ¿Qué valor puede tener la palabra de quienes están ya manipulando el reglamento de la cámara para permitir un nombramiento del presidente que no figura en el texto? ¿Qué puede esperarse de quienes se engañan entre sí y cambian de discurso como de bufanda? (¿Se han fijado que Puigdemont ha aparecido con bufanda gris? ¿Le habrán dicho a que el amarillo es el color del cobarde, del miedoso, del pusilánime?). No, lo sentimos mucho, pero no podemos creerles. Y nada nos gustaría más, pero tenemos que estar preparados para que no ocurra.

El sombrajo de soberanismo se ha venido abajo ante la simple aplicación del artículo 155 de la Constitución, lo que debería ser una advertencia para quienes dudaban, y aún dudan, de tal medida. Pero ese es un sombrajo que se monta pronto: unos cuantas mentiras como palos para sostenerlo y unos ramas encima que aporten el cansancio del Gobierno junto a las ansias de la oposición de echarle, y ya están de nuevo en marcha . De sus electores no deben tener ningún miedo, pues han demostrado estar dispuestos a comulgar con ruedas de molino y a seguirles como los tres monos de la figura asiática, cerrando los ojos, los oídos y la boca. Incluso no me extrañaría que les vendieran esa falsa confesión como un éxito: «Les hemos engañado otra vez. Ha sido un triunfo de la astucia catalana», les dirían. Y les creerían. Aparte de encontrar siempre españoles lo bastante cabreados para ayudarles.

Quiero decir que son tan peligrosos como siempre. O más, si creemos que han sido derrotados. O descabezados. «Nadie es imprescindible, lo importante es mantener el procés» , dicen. O sea, volver a lo anterior, con otros protagonistas. Las dos lecciones que sacamos de la tremenda prueba que vivimos son que un separatista lo será hasta la muerte y aprovechará cualquier oportunidad para separarse. La segunda, que no valen razones con él. Sólo la aplicación estricta de la ley les frena. Esto es, deben ser juzgados y las sentencias, cumplidas. Cuidado con los indultos prematuros. Sólo cuando exista la absoluta certeza de que no volverán a las andadas. Por lo que el 155 debe mantenerse como una espada de Damocles sobre sus cabezas para que dejen de mentir, encizañar y robar, sus actividades favoritas como buenos nacionalistas.

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