Poco

Se esperaba algo más del discurso de Santamaría

Luis Ventoso

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La alta funcionaria vallisoletana Soraya Sáenz de Santamaría, abogada del Estado de 47 años, ha sido la mujer con más poder en España desde Isabel II, toda vez que Rajoy depositó en sus manos durante siete años toda la maquinaria gubernamental. También delegó en ella la política de medios de comunicación. La ex vicepresidenta, inteligente, trabajadora y ambiciosa, desempeñó bien la primera encomienda y mal la segunda, lo que a la postre contribuyó a que su partido perdiese el poder, pues el autolesivo modelo mediático que diseñó fue el abono del clima de opinión que facilitó la estocada de Sánchez.

En su partido, los cospedalianos y el viejo Margallo la acusan de haberse puesto de canto cuando venían mal dadas y de no haber concurrido como cabeza de cartel en unas elecciones. Ella replica que tenía encomendadas otras tareas, lo cual es cierto. Como parlamentaria puede ser brillante y muy efectiva, pero eso suele coincidir con que el tema debatido la afecte de cerca. En la crisis catalana no anduvo fina, pues alardeó de tener controlada la logística del referéndum y al final los sediciosos la torearon. Por lo demás, ha mandado muchísimo. Los periodistas se autocensuraban al enjuiciarla, porque el oficio está difícil y hay miedo, y hasta su jefa de prensa gastaba aires de vicepresidenta bis. Pero si hubiese que hacer un balance, cabría resumirla como una política competente, muy por encima del nivel medio de esta España de Irenes Montero, Maíllos y Adrianas Lastra.

En su campaña en las primarias del PP, Soraya argumenta que es quien más posibilidades tiene de derrotar a Sánchez. Puede ser. Su valoración en las encuestas es alta y la ayudará ser mujer, algo que ya va tocando en La Moncloa. Pero dirigir el PP no es solo hacer cábalas electorales. Se trata también –y sobre todo– de refundar el pensamiento de la gran casa del conservadurismo español y limpiar su cocina. Los cimientos ideológicos son vitales para recuperar la comunión con las clases medias de centro-derecha, el granero del PP, que en parte ha volado a Ciudadanos. Y ahí, sorprendentemente, Soraya parece tener muy poco que decir. El domingo, Ana Isabel Sánchez le hizo una excelente entrevista en ABC. En la pregunta más importante, ¿cuál es su oferta para España?, la ex vicepresidenta respondió: «Un proyecto muy renovador y de modernización para seguir con nuestro proyecto reformista». Lugares comunes, sin concreción alguna. El problema es que sus mensajes servirían también para un candidato de Ciudadanos, o del PSOE, pues son solo tópicos correctos. Siguiendo la campaña sorayista, cunde la sensación de que Santamaría ha caído en el PP como podría haber aterrizado en otro partido. Cabría esperar más fondo de una persona que a diferencia de su ex jefe, que pasaba del mundo de las ideas, está al día del debate filosófico en la derecha liberal y se preocupa por leer e informarse. ¿Por qué ha renunciado Soraya a plantear una propuesta ideológica para el PP? No lo sé, pero espero que la respuesta no sea que lo concibe tan solo como una pura máquina de poder. Si gana, habrá de pasar del tópico a la profundidad. Porque a los árboles sin raíces los tumba pronto el viento.

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