Miradas sobre la pandemia

La hora de los empresarios

La guerra contra el COVID-19 ha puesto a prueba al mundo empresarial

Un hombre coloca unas pegatinas para marcar las posiciones en las que las personas harán fila en un negocio en Dublín, Irlanda

Núria Vilanova – Presidenta del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI)

La guerra contra el COVID-19 ha puesto a prueba al mundo empresarial. Y yo diría que la prueba ha sido superada. El primer reto era que el mundo siguiera funcionando, y ha sido impresionante cómo bancos, compañías telefónicas, eléctricas y una larga lista de compañías de diversos sectores consiguieron trasladar a sus empleados al hogar y articular la actividad desde el teletrabajo para que todo haya seguido funcionando. El segundo reto consistía en ayudar a superar los primeros estadios de la crisis sanitaria y su impacto y creo que se puede afirmar que esta prueba ha sido también superada. Ha sido y está siendo emocionante e impresionante cómo el mundo empresarial se ha volcado, primero apoyando campañas informativas como el #yomequedoencasa y ofreciendo consejos de higiene, pero también con donaciones y creando iniciativas para conseguir respiradores, material sanitario y organizando cadenas de soporte o de producción…

Ahora viene el gran reto. ¿Cómo evitar que ésta sea la mayor recesión económica de nuestro último siglo? Esta será la prueba del algodón de un nuevo modelo económico que los gobiernos no pueden construir sin los empresarios y al que los empresarios pueden aportar menos si no tienen quién los escuche en el otro lado. La gran prueba del algodón de la colaboración público-privada es esta. Porque el país que permita que se pierdan buenas ideas y que la iniciativa emprendedora y el compromiso de lucha de los empresarios se desaprovechen será un país rezagado en la socialmente imprescindible recuperación económica. ¿Hablamos? Esa es la clave.

Los estados no van a poder vencer en solitario los efectos de la pandemia. Necesitan aliados. Uno de esos aliados es el sector privado. Y no me refiero ahora a las empresas ni a las acciones de responsabilidad social corporativa que desarrollan. Hablo de empresarios que, por vía de los hechos, se están desprendiendo de los estigmas asociados a su imagen y recuperando un protagonismo e iniciativa desconocidos desde que en 2008 se les hizo máximos responsables de la crisis financiera mundial.

Ya hay ejemplos. En toda Iberoamérica. Sin excepciones. Una colaboración que excede los aspectos solidarios y humanitarios y que incluye el asesoramiento a los responsables políticos en la toma de decisiones para reducir al mínimo posible el impacto negativo del coronavirus, tanto en el ámbito de la salud de los ciudadanos como en el PIB.

Gran responsabilidad

Además, los empresarios también han sido extremadamente responsables en la gestión de sus propias organizaciones. En sus decisiones está primando, por encima de estrictos intereses económicos y de negocio, la salud de sus empleados. Las medidas para proteger a sus trabajadores de posibles contagios del COVID-19 están yendo, en la mayoría de los casos, más lejos de lo rigurosamente marcado por la ley.

Los empresarios han adoptado iniciativas de flexibilidad laboral o asumido costes para evitar despidos, limitando en lo posible los estragos sociales de la crisis. En España, por ejemplo, se ha creado la plataforma #protegeelempleo, que agrupa a grandes empresas nacionales e internacionales para impulsar iniciativas con ese objetivo. Y en toda Latinoamérica son numerosas las empresas abiertas a consensuar con los trabajadores medidas que ayuden a conservar empleos, como vacaciones pactadas, reducciones salariales o redefinición de funciones que faciliten el teletrabajo.  

Y, por supuesto, los empresarios de Latinoamérica se han dejado la piel en impulsar acciones solidarias dirigidas al conjunto de la sociedad, esa realidad en la que se desenvuelven y de la que no se sienten ajenos.

En Chile, por ejemplo, Copec está suministrando combustible gratuito, entre otras, a las ambulancias de emergencia (SAMU) del Ministerio de Sanidad. En Colombia, Falabella ha creado la plataforma de contenidos académicos, videos, audiolibros y juegos ‘Haciendo Escuela en Tu Casa’, a la que pueden acceder todos los colegios y familias. En México, Cemex ha cedido equipos de trabajo para desinfectar hospitales y en República Dominicana un grupo de empresas formado por Oficina Privada de Juan B. Vicini Lluberes, United Capital, Grupo Ri­zek y Grupo SID ha entregado un millón de mascarillas y guantes para la población más vulnerable. En Panamá, la compañía aérea Copa Airlines ha donado material médico avanzado y ha realizado vuelos humanitarios para repatriar a personas afectas por las restricciones de movilidad.

Del mismo modo, en España Iberia operó durante el mes de abril más de 30 vuelos especiales con 20 países para repatriar 2.000 personas, mientras que aseguradora de salud DKV ha integrado la app ‘Quiero cuidarme más dentro’ de #MédicosFrentealCOVID, facilitando que 840 médicos voluntarios canalicen más de 10.500 consultas facultativas. Y son tan sólo un puñado de ejemplos.

Relevante función social

Este breve repaso a la actitud de los empresarios frente al coronavirus, colaborando con los Gobiernos, protegiendo a sus empleados, tratando de evitar la destrucción de empleo y, por supuesto, desarrollando campañas solidarias a todos los niveles, debe hacernos valorar esa función social del empresario, que algunos han tratado de silenciar durante la última década. Una función que hay que valorar y reivindicar en su justa medida.

Más aún cuando afrontar con éxito el reto de reconstrucción nacional al que se enfrentan todos los países de la Comunidad Iberoamericana, a ambos lados del Atlántico, requiere de la participación de todos. En ese contexto, ha llegado el momento de olvidarse de prejuicios trasnochados y recuperar la confianza en los empresarios. Hay que contar y dialogar con ellos para definir una agenda común realista, que obedezca al interés general y que sea factible.  A la postre, ellos serán los principales encargados de generar riqueza y redistribuirla a través del empleo, contribuyendo a dinamizar la economía y a que los Gobiernos recuperen ese equilibrio fiscal que ha saltado por los aires. Hoy, más que nunca, es la hora de los empresarios.

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