Edurne Uriarte

La irresponsabilidad de los intelectuales

El auge de los populismos no es una consecuencia de la crisis económica o política

Edurne Uriarte
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Hay intelectuales que incluso rechazan el propio término «intelectual», en un alarde de falsa modestia por lo que suponen virtud y grandeza del término. Cuando tales cualidades dependen del intelectual y de sus actitudes. Y no de la profundidad de sus ideas, a veces poca cosa, otras, fascinantes, pero siempre con la capacidad para liderar la opinión pública, de ahí la responsabilidad política y social de los intelectuales. Por ejemplo, en la ola de populismo que está invadiendo la mayor parte de las democracias. Lo que acaba de ocurrir en Alemania, el impresionante auge de los populistas de Alternativa para Alemania, lo que está ocurriendo en Estados Unidos, Trump podría ser candidato republicano, lo que ocurre en España, Podemos es la tercera fuerza política, tiene mucho que ver con la irresponsabilidad de los líderes de opinión.

Dejo a un lado el hecho de que algunos tengan más culpa que otros, todos esos que denuncian el fenómeno Trump o el crecimiento de los populismos de extrema derecha y elogian después el auge de Podemos como reflejo de las preocupaciones de los que sufren o consecuencia de los abusos de las élites. Como si los Del Frente Nacional francés o los de la Alternativa para Alemania o los de Movimiento 5 Estrellas de Italia no dijeran lo mismo que Podemos. Que la élite política tradicional es corrupta e ineficaz, que el Estado tiene dinero de sobra para repartirlo entre los votantes enfadados y que ellos tienen soluciones fáciles y rápidas para todos esos problemas que la élite tradicional no ha sido capaz de resolver en varias décadas. Sea la crisis de los refugiados, la crisis económica o la desigualdad.

El auge de los populismos no es una consecuencia de la crisis económica o política. Es una consecuencia de las ideas sobre las crisis económica y política. De la teoría de la culpa de la élite política tradicional que sería, dicen los impulsores de esa teoría, cada vez más corrupta, más incapaz, menos formada y menos cercana a los ciudadanos. Todo lo cual es mentira porque no hay un solo dato científico que avale lo anterior. Que demuestre que la élite política actual es más corrupta, más incapaz, menos formada y menos cercana a la gente. A pesar de lo cual la teoría ha triunfado, la mentira se ha impuesto. Y eso explica en buena medida lo que la Ciencia Política llama desafección, alejamiento, crítica, cuestionamiento de los políticos por parte de los ciudadanos, un fenómeno global que afecta a todas las democracias.

Y que tiene consecuencias, el auge del populismo, por ejemplo. Y que está fomentado por los líderes de opinión, los intelectuales que, en busca de la aprobación del público, hacen lo mismo que los políticos más irresponsables y populistas, señalar chivos expiatorios y dar soluciones fáciles. Lo que sea con tal de complacer a las audiencias. Exigir, por ejemplo, la depuración de cualquier político a partir de una simple acusación, sin condena, sin procesamiento, incluso sin imputación, y por motivos en bastantes casos, fraude a Hacienda, irregularidades de tráfico, tesis o libros copiados, títulos falsos, socios delincuentes, amistades inadecuadas, hacia los que hay una amplísima tolerancia para el conjunto de la población.

En ese clima de opinión florecen los populismos o se entiende la fascinación por un extremista como Pablo Iglesias. Con intelectuales temerosos de llevar la contraria, de desagradar a las masas, de quedarse en minoría. Sin grandeza y sin virtud.

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