El CIS, factor de distorsión e inestabilidad

El barómetro del CIS volvió ayer a marcar el «minuto y resultado» de una competición política definida desde hace meses por el electoralismo y a la que la encuesta del organismo que preside José Félix Tezanos añade con periodicidad mensual el carburante necesario para que los partidos revisen sus estrategias en función de sus resultados provisionales. Derivada de la fragmentación del voto, la inestabilidad política en España no solo ha impedido a los últimos gobiernos, también al de Mariano Rajoy, apoyarse en mayorías suficientes para sacar adelante las reformas oportunas, sino que ha condicionado una actividad parlamentaria que, como los valores bursátiles en el Ibex-35, cotiza en el CIS de Tezanos y es modulada en clave electoral y de espaldas al interés general. Los resultados del barómetro publicado ayer -que otorgan al PSOE de Pedro Sánchez la friolera del 41,3 por ciento del voto, al borde ya de la mayoría absoluta- representan un elemento distorsionador de doble filo: marcan de forma insistente la casilla del caballo ganador para aglutinar el voto útil y proporcionan al Gobierno, ahora en funciones, las cifras necesarias para resolver, a conveniencia de parte, la ecuación de una nueva convocatoria electoral.

Desde la llegada de Tezanos, el CIS ha dejado de ser un instrumento con el que medir las inquietudes de la opinión pública y alertar a la Administración sobre sus carencias para transformarse en un elemento clave de la inestabilidad política, paradójicamente financiado con fondos públicos. Los sondeos que realiza el sector privado han de ser suficientes como reflejo demoscópico de una intención de voto que el CIS de Tezanos cocina y emplata mensualmente para pervertir su función de servicio público y perpetuar la estrategia electoralista de aquellos a los que sirve, que no son precisamente los españoles.