El espectáculo debe continuar

El acto personal de la muerte se ha banalizado y expuesto como mercancía que genera audiencia

Pedro García Cuartango

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Ya escribió Guy Debord hace ahora medio siglo que las sociedades modernas se caracterizan por una inmensa acumulación de espectáculos . Debord se suicidó en 1994 y no vivió lo suficiente para constatar el pleno acierto de sus análisis.

Esa sociedad del espectáculo, concepto acuñado por el pensador francés, necesita dosis crecientes de emociones fuertes para mantener al espectador en vilo. Lo estamos viendo estos días con el simulacro de despliegue informativo sobre el asesinato del niño de Almería al que se han apuntado la mayoría de las cadenas de televisión.

La especulación sobre los autores del crimen, los detalles morbosos, la localización de los escenarios, la exhibición del dolor y el protagonismo de algunos periodistas han contribuido a convertir este desgraciado suceso en una muestra de la degradación de unos medios que lo transforman todo en puro espectáculo. Ayer por la mañana una televisión entrevistó a una vecina en Burgos de la presunta asesina para preguntarle sobre la muerte de su hija, acaecida hace 22 años de forma aparentemente accidental, como si su opinión tuviera el más mínimo valor o interés.

Se halla más que justificado informar de un hecho relevante como el secuestro y muerte de Gabriel , pero no hay ninguna razón para ahondar en detalles escabrosos que violan la intimidad y no aportan más que morbo al esclarecimiento de lo sucedido. Igualmente me parece muy discutible el criterio de TVE de dedicar el pasado domingo más de media hora del telediario de la tarde a este caso, mientras se concedían unos pocos segundos a la decisión del Parlamento en China de suprimir el límite de mandatos de Xi Jinping.

Lo que algunos medios audiovisuales han hecho estos días es emitir horas de programación sin información relevante ninguna, recreándose en futilidades que disfrazaban de periodismo. Pero el periodismo no tiene nada que ver con esta farsa. Y lo digo no por una voluntad de minar la credibilidad de los medios sino para subrayar los peligros de una forma de hacer en la que, y vuelvo a citar a Debord, el espectáculo sirve para enajenar las conciencias.

Debord llegará a decir que el espectáculo es una visión del mundo y eso es lo letal porque los valores que difunde y en los que se sustenta son pura apariencia que crea una ilusión de lo trascendente y un simulacro de realidad.

El espectáculo, la representación es producción y consumo que lo absorbe todo. La intimidad pasa a ser algo público y la verdad se convierte en un momento de lo falso y viceversa. Nada existe fuera de esa gigantesca fabulación fabricada con retazos de lo real y, por tanto, perfectamente creíble.

El acto personal de la muerte se ha banalizado y expuesto como mercancía que genera audiencia y clicks. Pero the show must go on, el espectáculo tiene que continuar. Y para ello debe superarse a sí mismo, por lo que estamos en el preludio de una apoteosis de la basura que todavía nos puede sorprender.

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