Mayte Alcaraz

Los desleales del PP

Mayte Alcaraz
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Mariano Rajoy tiene muchos defectos. Ni él duda ya de que uno de los más importantes es no haber sido capaz de calibrar la peligrosidad de las olas populistas y separatistas que amenazaban la supervivencia de España como una de las grandes naciones de Europa. Si lo hubiera hecho, quizá habría evitado con decisiones expeditivas -alguna personal y dolorosa- que la semilla de la corrupción en su partido se usara como abono fértil para la demagogia y la indignación ciudadana, bien exprimida por partidos como Podemos y sus nada inocentes terminales mediáticas. Lo que no tiene duda es que Rajoy es una persona honrada, que ha pasado por todos los escalones de la Administración hasta llegar a la cúspide, sin que nadie haya podido demostrar una irregularidad.

Ocho años purgó en la oposición hasta llegar a la presidencia en medio de la tormenta perfecta. Podrá decirse que las medidas que tomó para que no fuéramos a la bancarrota ahondaron en algunos casos en la desigualdad, pero también habrá de reconocérsele una decidida apuesta por no hacer de España una nueva Grecia (intervenida) y mantener el núcleo del Estado del bienestar para amortiguar la tragedia social.

La vieja guardia del PSOE acabará tragando con Podemos y con el batacazo del 20-D

Aunque con una importante sangría de votos, las elecciones le han vuelto a dar la victoria superando al segundo partido (en teoría, la fuerza que debería haber aprovechado el desgaste de su rival y cuyo líder, empero, ha sido el cuarto en la circunscripción madrileña por la que se presentaba) en 1.684.887 apoyos. Su manera de ejercer el liderazgo interno nunca ha sido homologable a otros presidentes: ha dejado hacer hasta la extenuación y defendido situaciones personales, contra la lógica de los tiempos y la política, con tal de no herir a compañeros que, en algunos casos, ni siquiera le pagaban con su lealtad.

Hoy es el día en que algunos de estos, otros que se dicen amigos, muchos que calientan sillones gracias a la confianza de Rajoy y no pocos de los que llevan conspirando contra él desde 2008 empiezan a cultivar, en reservados madrileños con estrella Michelin, la mezquina especie de una retirada del presidente, que no se va a producir, para que Pedro Sánchez pueda exhibir la cabeza de Rajoy a cambio de no intentar siquiera acogerse a sagrado en La Moncloa para que no le eliminen los suyos. Sabida es la vocación cainita de la derecha cuando las cosas se tuercen frente a la granítica militancia de la izquierda en busca del bien mayor del poder. Por eso, no sería descartable que los barones y la vieja guardia socialista, pese a las ruidosas protestas que ya se oyeron contra el Estatuto de Maragall y de las que luego nada se supo, acaben tragando con una alianza con populistas, separatistas y antisistema. Y mientras, en el PP vuelvan a su bien acreditada pulsión autodestructiva macerada en la deslealtad y las frustraciones personales. Hagan apuestas.

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