En busca del estómago agradecido

Por mor de los contribuyentes que por arte de birlibirloque se convierten en electores

María Jesús Pérez

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La política ha sido definida históricamente como el arte de gobernar. Un arte aderezado con leyes y reglamentos cuyo objetivo es mantener la seguridad pública y así conservar el orden y buenas costumbres por el bien de los ciudadanos. Algo resumido en esencia y simple, sí, pero válido para explicar esta reflexión. En definitiva, una suerte de termómetro que mide la calidad de los políticos de un país, y, por ende, de su principal gestor. En el caso español, la del presidente del Gobierno.

Pues bien, hete aquí que llega al cetro presidencial –legítimamente, no lo niego, pero tan cierto como que llega sin el apoyo masivo del voto electoral ciudadano, más bien por asalto, tras una moción de censura, y con tan solo 84 diputados en la buchaca– el actual jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, y desvirtúa la definición tradicional de siglos de la política para convertirla en el arte... de mantenerse en el Gobierno. ¡Un crac! Apenas tres meses en el poder y ya se le ve el plumero...

Tras comprometerse a respetar los Presupuestos para 2018 de su antecesor, Mariano Rajoy –el asaltado por sorpresa el pasado 1 de junio–, que por cierto, había rechazado como líder de la oposición, Sánchez advirtió ayer mismo de que no contempla la opción de prorrogar las cuentas del PP para 2019, ya que no ha tenido más remedio que heredarlas para este año. Y si bien evitó confirmar que un fracaso en la negociación presupuestaria precipitaría su final en La Moncloa y la convocatoria de elecciones, Sánchez redundó en sus explicaciones al afirmar que su única opción es ponerle sello propio al proyecto económico de su Gobierno y aprobarlo en el primer trimestre de 2019. Aunque sepa a ciencia cierta que serán unos presupuestos sin viabilidad. «Estos no son mis Presupuestos», recalcó para desmarcarse de la política económica del PP y apostando por una nueva coronada por un lema: «la justicia social». ¡Acabáramos! Más de lo de siempre. Todo por mor de los contribuyentes, que por arte de birlibirloque se convierten en electores. Vamos, en votos.

Porque... ¡qué casualidad! podrá utilizar así sus nuevos y propios presupuestos –o más bien proyecto de ellos– como arma arrojadiza sobre el sufrido ciudadano, a las puertas de elecciones autonómicas, municipales y europeas, allá por el próximo mes de mayo, que incluso podían coincidir con las generales si decide finalmente adelantarlas y no acabar la legislatura. Una especie de conjunción planetaria en forma de convocatoria electoral masiva en 2019 en la que Sánchez utilizaría «su» Presupuesto como alpiste para satisfacer los estomágos agradecidos de los contribuyentes... votantes. A cambio de gasto social, apoyo en las urnas. Uso, y abuso, de la política por parte del presidente Sánchez para seguir en el Gobierno sin ningún arte, mientras la economía española empieza ya a sufrir síntomas de deterioro.

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