Un abuso tolerado

España es el único país del mundo donde se ha permitido el acoso desde la administración a la lengua más hablada

Luis Ventoso

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Oh sorpresa. España se despierta perpleja en este viernes 16 de febrero de 2018. Resulta que las sentencias sobre la enseñanza del español en Cataluña se incumplen sistemáticamente. Resulta que estudiar en uno de los dos idiomas oficiales allí, que además es el más hablado en la región, es imposible de facto por la sublevación sistemática de las autoridades nacionalistas contra la ley (una burla apoyada siempre por el PSC, por supuesto, pues a nacionalista no le van a ganar a Iceta, o antes a los hermanos Maragall). Resulta que descubrimos que los sucesivos inquilinos de La Moncloa se encogieron de hombros, pasaron de todo y se inhibieron olímpicamente ante la vulneración sistemática de la legalidad en las escuelas catalanas (incluido, por supuesto, Aznar, quien hoy tanto predica en sus lecciones magistrales). Tampoco hicieron nada el TC o la Fiscalía General del Estado ante el flagrante incumplimiento de la ley, que servía además para convertir las escuelas en fábricas de futuros independentistas. Un Estado rendido y acomplejado. Y es que hasta que llegó el golpe del 1-0 imperaba de facto este despreciable principio: a los nacionalistas catalanes ni tocarlos aunque pisoteen la normas; mejor mirar para otra parte; allí debe imperar la prudencia, no vaya a llegar “el choque de trenes”. Cuando se cede toda la cancha de juego al rival solo ocurre una cosas: pierdes. Así se fue escribiendo la historia del españolismo en Cataluña.

Ahora el Gobierno, agobiado electoralmente por la crecida de Ciudadanos, asoma la patita: tal vez apliquemos la ley aprovechando el 155, tal vez ofrezcamos la casilla para los catalanes que quieran que sus hijos tengan como lengua vehicular el español. Esa oferta no es más que hacer cumplir la ley. Es una perogrullada, lo mínimo que se puede hacer. Pero aun así es dudoso que al final se atrevan. Si lo hacen tendrán enfrente al PSOE de Sánchez, siempre pusilánime ante el nacionalismo –así le va en las urnas-, y tal vez habrá reticencias de Ciudadanos, partido de matriz catalana cuyas opiniones oscilan cada mañana al albur de la demoscopia.

España es el único país importante del mundo que ha permitido que las administraciones regionales acosen de facto en la escuela y en la calle el idioma más hablado en ellas. ¡Se ha permitido hasta que el dueño de un bar o una peluquería catalana no pueda poner su rótulo en español so pena de multa! Como comentaba hace unas semanas, vasco y gallego son sin duda dos tesoros de España (y por extensión del mundo). Pero vayamos con una verdad incómoda: al final, y pese al enorme y oneroso esfuerzo en su contra por parte de los gobiernos nacionalistas, la lengua más hablada en el País Vasco y Cataluña es el español. El Ejecutivo vasco, según publicó ABC en fecha reciente, se gasta 107 millones de euros anuales en fomentar el euskera. Niños que jamás lo hablan en el recreo ni en sus casas son escolarizados en ese idioma. ¿Ha funcionado tan abrumador programa de ingeniería social? Según el Clúster de Sociolingüística, centro de referencia sobre el uso social del euskera, en Bilbao, la mayor ciudad vasca, lo habla a diario el 2,5% de la población. En las calles bilbaínas se escuchan más los idiomas extranjeros (3%) que el vasco. ¿En qué hablan entonces los bilbaínos? Pues en lo mismo que los murcianos, en español.

Todo esto no supone despreciar el vasco, el gallego y el catalán, lenguas maravillosa, que por supuesto deben ser enseñadas en las escuelas, sino simplemente decir la verdad y respetar lo que nos separa de la jungla: las leyes y el sentido común.

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