«El mejor programa de educación ambiental es el contacto con la naturaleza»

Así lo asegura José Antonio Corraliza, catedrático de psicología Ambiental de la UAM

El psicólogo ambiental José Antonio Corraliza apuesta por naturalizar las aulas

Charo Barroso

José Antonio Corraliza lleva toda la vida estudiando la relación de la naturaleza con el hombre , su influencia y cómo nos determinan los lugares que habitamos. Y todavía hoy, aún recuerda aquellas tardes de infancia en su natal Orellana de la Sierra cuando cada jueves sus maestros le llevaban a jugar al campo. «Se convertía en un momento estupendo, jugábamos y a la vez aprendíamos del lugar donde vivíamos, las plantas, los animales, el entorno… pero también materias como las matemáticas, bastaba con ir midiendo con una cuerda las distancias e ir haciendo sumas y multiplicaciones», rememora este especialista para quien «hay que naturalizar las aulas».

Habla de sus salidas al campo en tiempo escolar… y hoy los expertos de Trastorno por Déficit de Naturaleza. Parece que las cosas han cambiado demasiado.

Es un término que a mí me gusta entrecomillar tres veces. Hay que ser prudentes, lo que cuestiona es el estilo de vida infantil, la falta de contacto con la naturaleza y las consecuencias que puede acarrear. Pero no hablamos de un trastorno médico que haya que tratar con pastillas de naturalina. No es un síndrome pero sí hay una amenaza a la salud infantil como consecuencia de haber sustituido los entornos naturales por entornos virtuales y urbanos.

Ha dicho que la falta de contacto con la naturaleza de los niños de hoy puede provocar consecuencias, ¿por ejemplo?

El incremento de la obesidad infantil, enfermedades neumónicas y respiratorias como el asma, trastorno por déficit de atención e hiperactividad o falta de vitaminas esenciales como la D. Todas están relacionadas con el sedentarismo y la falta de actividades al exterior. Hay multitud de estudios que demuestran que la naturaleza es un potente inductor de estados de bienestar en todas las personas, pero muy particularmente en los niños. Por ejemplo, el nivel de relajación tras las clases y la capacidad de atención es mayor en aquellos escolares que disfrutan de un tiempo de recreo en entornos donde hay patios con árboles o elementos naturales.

¿Tanto nos influye el verde?

Si lo consideramos en términos evolutivos, llevamos muy poco tiempo en las ciudades. Nuestra actividad cerebral se ha forjado en conexión con la naturaleza, es lo que denominamos biofilia.

Ahora vivimos en el gris de las ciudades, parece que lo tenemos complicado ¿no?

No hace falta salir corriendo de la ciudad, sino dotarla de más espacios verdes, de naturaleza urbana desde la perspectiva de que no se trata de un adorno, sino de una necesidad para nuestro buen funcionamiento psicológico.

¿Estamos concienciando a las nuevas generaciones en esa importancia de la Naturaleza o falta educación ambiental?

Yo apuesto por naturalizar la escuela. Hay que promover experiencias positivas y no solo infundir doctrinas ambientales; y que el respeto y los valores de conservación sean transversales a todas las asignaturas. Por supuesto comparto que haya materias específicas, porque hay que contar lo que está ocurriendo, por ejemplo, con el cambio climático. Pero es algo que no se resuelve con asignaturas, sino con el esfuerzo de todas las instituciones públicas y privadas por cambiar partes esenciales de nuestro comportamiento.

¿Cuál es el mejor programa de concienciación ambiental?

El contacto con la naturaleza. Y pongo un ejemplo: en un estudio analizamos tres campamentos de verano para niños en entornos urbanos y naturales, algunos de ellos con programas de concienciación ambiental. ¿El factor que más influyó para que los menores asumieran los mensajes? Estar en un espacio natural. Habría que abrir el debate sobre la agenda infantil y qué cantidad y calidad de experiencia ambiental tiene la vida de los niños.

Hay interesantes iniciativas, colegios en plena naturaleza, programas docentes, programas como Naturaliza… ¿cuál es la gran peculiaridad de este proyecto?

Además de un programa de contenidos convencionales e instructivos, una de sus grandes novedades es que incluye una salida de ocho horas de contacto con la naturaleza para los escolares. La conciencia ecológica es especialmente alta entre los niños de 6 a 12 años, porque las experiencias ambientales en la infancia tienen un gran poder. Por eso soy optimista sobre el papel que tendrán estas nuevas generaciones.

¿Y menos optimista?

Tengo dudas respeto a los líderes políticos que utilizan temas ambientales como reclamo propagandístico y de que sean capaces de darse cuenta de que el medio ambiente sirve para algo más que una rueda de prensa.

Hablaba antes cambiar el comportamiento respecto a los problemas ambientales ¿vamos por buen camino?

Los problemas ambientales han adquirido tal envergadura que no hay soluciones técnicas para poder abordarlos. Pero muchos de ellos se pueden reducir si cambiamos el comportamiento, hasta el cambio climático. Hay un estudio que señala casi el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero dependen de decisiones individuales. A pesar de las políticas o de soluciones técnicas, si no se modifica el estilo de vida, las emisiones seguirán. Hay que cambiar el estilo de vida, las pautas de consumo, el sistema de tratamiento de residuos…. Hablamos de psicología ambiental verde, de toda una serie de medidas para minimizar los efectos sobre el planeta. Los problemas ambientales requieren de soluciones comportamentales, al igual que muchos problemas conductuales requieren de soluciones ambientales.

Ha dicho en alguna ocasión que en España hace falta una revolución eco-cultural…

Tenemos que ser conscientes de que no somos los dueños de la naturaleza sino usuarios y tenemos la responsabilidad de dejar todos los recursos que usamos a las nuevas generaciones porque de ello depende la supervivencia. Se trata de una cuestión vital y no de una visión romántica de la naturaleza.

Pero ¿estamos realmente concienciados?

Sí. Pero existe una gran diferencia entre las actitudes y los comportamientos ambientales. Más del 65% de los españoles aseguran que están preocupados por los problemas ambientales. Pero cuando se les pregunta si los ciudadanos de su entorno lo están, el porcentaje baja al 30%. De manera que si se cree que los demás no lo están se produce una especie de “autosabotaje”: ¿para qué voy a cambiar si los demás no cambian? No es problema de concienciación, sino de asumir conductas ecológicas.

¿Y cómo se consiguen esos cambios de conducta?

Una parte de la educación ambiental es una buena gestión ambiental. Con políticas públicas que favorezcan esos cambios en los ciudadanos. Por ejemplo, por mucha conciencia que una persona tenga no va a reciclar si no tiene un contenedor cerca, o no va a dejar de coger el coche si no tiene soluciones de movilidad. Y así en todos los campos. Por otro lado, hay que incidir en una mejor información y que evitar lo que los psicólogos ambientales hemos denominado “eco-fatiga”. No se trata de explicar que se deje de utilizar el coche porque el cambio climático nos va a matar, sino porque es la manera de preservar la naturaleza. Si se asusta o angustia incidiendo en los aspectos ambientales negativos, las personas desconectan.

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