Pesca sostenible: Descubriendo el Mediterráneo

España, Italia y Túnez han unido fuerzas en el proyecto Ecosafimed, que cofinancia la Unión Europea, para promover el intercambio de información sobre las prácticas sostenibles de pesca que pueden ayudar a conservar las comunidades bentónicas que acoge el mar Mediterráneo.

La iniciativa «Conservación de ecosistemas y pesquerías artesanales sostenibles en la cuenca mediterránea (Ecosafimed)», se enmarca dentro del Programa Europeo ENPI Cuenca Mediterránea, que impulsa la cooperación entre las regiones de ambas riberas de este mar para «afrontar los desafíos comunes» y «valorizar sus potencialidades endógenas», tal y como explica la Fundación Biodiversidad (FB) del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama).

El Magrama, a través de la FB, coordina la iniciativa, en la que participan el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), el Instituto Nacional de Ciencias Marinas y Tecnologías del Mar

(Túnez) y la Universidad de Génova. Ecosafimed, que cuenta con un presupuesto de 1,9 millones de euros, concluirá el 31 de diciembre de 2015. Hasta entonces, serán objeto de estudio áreas próximas a Cataluña y las Islas Baleares en España. La localización geográfica escogida para Italia se centra en Lazio y Sicilia; mientras que en Túnez, se incluyen las regiones de Nabeul, Ariana, Túnez y Bizerte.

Un equipo del ICM-CSIC está inmerso en plena fase de campañas oceanográficas para la exploración, experimentación y adquisición de datos. Hasta el momento, han examinado el Canal de Menorca y la zona de la plataforma continental y el cañón submarino del Cabo de Creus (Gerona). Dos áreas que ya fueron estudiadas con anterioridad por el centro de investigación dentro del proyecto Life+ Indemares, que también coordina la FB del Magrama. Ambas demarcaciones, han sido declaradas Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) marinos protegidos en el marco de la Red Natura 2000.

El Canal de Menorca y el Cabo de Creus constituyen «zonas ideales» para tratar de responder a la pregunta: «¿Hay coincidencia entre las artes de pesca artesanales y el estado de conservación y de diversidad biológica?», explica Josep María Gili, profesor de Investigación en el departamento de Biología Marina y Oceanografía del ICM-CSIC. En ellas, se puede encontrar todo el rango posible de actividad pesquera, desde la más artesanal hasta el arrastre más intensivo, así como áreas con diferente estado de conservación. Ecosafimed busca localizar, precisamente, ecosistemas con un alto grado de conservación en demarcaciones donde la actividad pesquera está presente.

«El entender cómo se produce esta situación, aparentemente paradójica, permitirá, también, plantear nuevas medidas de gobernanza marina» que posibiliten, por ejemplo, tanto el trabajo de los pescadores como el desarrollo de los ecosistemas bentónicos, apunta Gili.

«Siempre incidimos en dos factores esenciales en nuestras recomendaciones a los pescadores, que respeten los días máximos de calada de los artes y las tallas mínimas a las que están sujetas las capturas», comenta Gili. Los pescadores, por su parte, se excusan aduciendo el bajo precio de venta -controlado por los intermediarios y centrado en la comercialización de unas pocas especies- y los elevados gastos que ocasiona la actividad pesquera para infringir las leyes que cada comunidad autónoma fija. «A esto hay que sumar el efecto de la sobrepesca y de la cada vez mayor destrucción de los fondos», puntualiza el profesor.

Oasis y planicies

Las comunidades bentónicas se asientan y proliferan en el fondo marino. Y la mayoría de peces y crustáceos encuentra en ellas un refugio para sus larvas y juveniles y alimento. De ahí su importancia. Los investigadores que se desplazaron hasta el Canal de Menorca y el Cabo de Creus han localizado llanuras tradicionalmente explotadas por la práctica del arrastre, y que hoy son vastas planicies arrasadas. Pero también áreas excepcionales de altísima biodiversidad y complejidad estructural: «Auténticos oasis, que nos está permitiendo descubrir un Mediterráneo desconocido hasta ahora», se congratula Gili.

Cofradías de pescadores, ministerios -como el Magrama- y diversos organismos internacionales de pesca y de gestión y conservación del Mediterráneo participan en Ecosafimed. Cuando concluyan las campañas (en la actualidad se desarrollan en aguas italianas y en breve en las de Túnez), empezará la segunda fase, que se prolongará hasta la primavera de 2015: estudio de las muestras e imágenes de vídeos y análisis y procesado de la información recogida. Después, se publicarán los resultados y llegarán las acciones de divulgación.

También se trasladarán a la Comisión Europea y las autoridades de los países participantes en Ecosafimed las propuestas de conservación «flexibles» y «variables» que se han consensuado para proteger las zonas más frágiles o vulnerables, limitando, por ejemplo las actividades pesqueras, regulando las artes o incluso proponiendo cambios en el diseño. «Alrededor de estas demarcaciones se podría declarar una más amplia en la que se controle la pesca profesional, en colaboración con las cofradías de pescadores locales», propone Gili.

«Existen ayudas para desmantelar la flota y para la realización de paros biológicos, así como la subvención del gasoil. También hay planes piloto donde hay implicados arrastreros. Pero no nos consta que exista ayuda alguna para reconfigurar los artes de pesca artesanal por otras que causen menor impacto. Quizás esto cambie gracias a los resultados que esperamos obtener en el proyecto», zanja Gili.