Entre los logros conseguidos por los reteneros está la profesionalización del sector con respecto a 2005
Entre los logros conseguidos por los reteneros está la profesionalización del sector con respecto a 2005 - efe
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El retén: mucho más que un ‘curro’ de verano

En 2005 las jornadas eran maratonianas, los vehículos obsoletos y los monos llevaban un simple «lavado de ignifugado». Las condiciones han mejorado, pero aún queda por hacer

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Raúl Antón era un chaval recién llegado a la universidad que buscaba un trabajo de verano. En su pueblo de Guadalajara, La Mierla, veía como muchos de sus amigos se apuntaban para luchar contra los fuegos en el campo, a él le picó el gusanillo y también lo hizo. Era 2002 y entonces la elección de quiénes iban a trabajar en un retén se hacía «a dedo». Así que como no conocía a nadie, hasta 2004 no le llamaron para cubrir una baja en el retén de la brigada del Vado. Hoy sigue trabajando en el mismo sitio.

Al llegar, recuerda que se encontró con jornadas maratonianas de trabajo que podían alargarse más de 14 horas si se declaraba un incendio.

A la primera línea del fuego iba con el único escudo de un mono que llevaba «un lavado de ignifugado». Nada de cascos, mascarillas o cubre nucas. Y la formación, un espejismo: hasta que no llevaba un mes no recibió una clase teórica sobre cómo apagar el fuego. La misma realidad que vivieron las once personas que formaban el retén de Cogolludo y que murieron al año siguiente en el incendio de Riba de Saelices.

De aquel fuego surgió una lucha que aún continúa y que el pasado diciembre motivó «Interdispositivos 2014», una reunión nacional de bomberos forestales en la que se habla del pasado, presente y futuro del colectivo. «Era un operativo muy inestable, de genteque trabajaba una campaña de verano, como el que trabaja de camarero. Sí que había gente que llevaba más años, pero no era un operativo profesional», afirma Raúl, que fue ponente en «Interdispositivos 2014», donde también se analizaron las causas y consecuencias del incendio de la Riba.

Raúl es conductor del camión de su brigada y delegado del Sindicato Autónomo de Trabajadores de Incendios Forestales (Satif), creado a raíz del incendio de la Riba. Por aquel entonces, en 2005, su trabajo consistía en limpiar el monte de once a tres de la tarde y después de comer, si no había ningún incendio, limpiar o reparar la maquinaria que se había utilizado.

Camiones de la guerra de Libia

Cada brigada terrestre se componía de una autobomba (un modelo checoslovaco descatalogado que servía para la extinción de incendios en aeropuertos, pero muy torpe para discurrir por caminos forestales) con dos personas; un vehículo retén (un camión Pegaso de la guerra de Libia que habían pintado de rojo) en el que viajaban siete personas; y una patrulla de pronto ataque con otras dos.

En el campo de «batalla», un caos: jóvenes y no tan jóvenes con monos amarillos o naranjas, según les hubiera tocado, y una coordinación que brillaba por su ausencia, con falta de protocolos que les dieran unas pautas de qué hacer en cada momento. El rumor de que los once de Cogolludo podían haber muerto llegó a los retenes «a última hora de la tarde, primera de la noche» de aquel 17 de julio de 2005, justo cuando la Junta de Castilla-La Mancha elevó el suceso al nivel dos de emergencia, que supone más medios. A partir de la siguiente noche, todos los retenes comenzaron a concentrarse en Cogolludo y ahí empezó a aflorar el mal estado de los dispositivos y las quejas de los trabajadores, que comprendieron que no solo era un «curro de verano».

Empieza la coordinación

El movimiento surgido a raíz del incendio hizo que los trabajadores forestales se congregaran cada semana en el kilómetro 103 de la A-2 para empezar a coordinarse y crear algo parecido a un sindicato que no existía. De hecho, uno de los fallecidos estaba intentando montar una sección sindical. De ahí, dice Raúl, que no fueran combativos: «Los sindicatos no aparecieron, no porque fuese algo del PSOE o del PP, sino porque no había. Era la imagen de a qué niveles estaba el operativo en aquella época». Con la agrupación pretendían aprender de la tragedia y que no se volviese a repetir, porque «las muertes eran evitables». «El operativo no estaba preparado para un incendio así. Pero tampoco está preparado ahora», señala. Aunque el coste fue muy alto, las administraciones empezaron a tomar nota y a invertir, también en Castilla-La Mancha.

Se mejoraron los equipos personales, los vehículos y las herramientas, e incluso se dio una imagen corporativa al cuerpo. Se profesionalizó el puesto de «retenero», con exámenes de acceso más rigurosos: hay un curso de grado medio de trabajador forestal donde forman a los nuevos, que también deben pasar un psicotécnico, un examen teórico, otro práctico de manejo de herramientas, una carrera de orientación y unas pruebas físicas. Y los trabajadores los tienen que volver a pasar todos los años.

Uno de los grandes «logros» ha sido acabar con la rutina de trabajar todos los días en el monte y poder ser llamados en cualquier momento para apagar un incendio, aunque se haya estado desbrozando toda la mañana. «Estamos divididos en despachos automáticos (zonas) y si se declara un incendio, los despachos de alrededor están en la base, atentos para actuar si fuera necesario, preparados y descansados», explica. Ahora se presta atención a la preparación física y a la continua formación teórica.

Lo que queda por hacer

Pese a los avances, no es todo de «color de rosa» y queda «muchísimo por hacer». En 2009 se paró la inversión y desde 2011, con la llegada a la Junta del PP, se rebajó a la mitad el presupuesto en incendios forestales. Ahora está por debajo de los niveles de 2005, según denuncia Satif. «En mi opinión, esto ocurre porque se empiezan a olvidar determinadas perspectivas de 2005 y porque nos acercamos a la crisis económica».

Un dato: en 2005 en la región había unos 2.000 trabajadores; ahora son 1.300, según los sindicatos. Entre medias, cinco EREs que han acabado con la mayoría de los interinos y han reducido los meses de trabajo: de los doce en 2010 a los ocho de ahora. «Son cuatro meses en los que no solo pierdes contacto con tu grupo de trabajo, que es muy importante a la hora de afrontar los incendios, sino que también se pierde en calidad física», dice Raúl. En el PP dan otra versión.

La respuesta política

Ana Guarinos, vicepresidenta de la Diputación de Guadalajara, explica: «El dispositivo, tal y como estaba, era insostenible, porque no se podía pagar a los trabajadores. Para que sea bueno, hay que remunerarles correctamente y en esos momentos era inviable». Las cifras de salario, según Satif, no han cambiado mucho en esta década: de 900 a 1.200 euros al mes, dependiendo del rango.

La precariedad laboral, unida al riesgo de un accidente que puede costarte la vida, hace que muchos duden si seguir o no en el retén. «Tienes una dicotomía en la que te planteas si seguir con tu vida por otro lado o seguir aquí, porque crees que el trabajo que haces es importante». A nivel nacional, se lucha por el reconocimiento del título de bombero forestal (solo en Extremadura se les considera así). Hasta la fecha se dividen en «reteneros», brigadistas, trabajadores forestales… y así hasta 17 denominaciones diferentes según la zona. En definitiva, tratan de que se reconozca su trabajo y la peligrosidad a la que se enfrentan.

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