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Porto junto a su abogado, durante la sesión del juicio del viernes - efe
«Caso Asunta»

El móvil del asesinato, una incógnita a dos semanas del veredicto popular

Con el proceso ya muy avanzado, ni los interrogatorios a los padres ni las declaraciones de los testigos han arrojado luz sobre los motivos que pudieron empujar a los dos acusados a idear y materializar la muerte de su hija

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Transcurridas dos intensas semanas de juicio, el proceso por la muerte de la niña Asunta Basterra llega a su ecuador con muchos enigmas aún sobre la mesa. Por el momento, el móvil del crimen sigue siendo la gran incógnita que sólo algunos testimonios se han atrevido a esbozar. «Alfonso ni siquiera le preguntó a la niña cómo estaba cuando vino a recogerla», reconoció una profesora de la víctima al narrar uno de los episodios en los que la menor acudió drogada a clase. Su declaración apoya, en cierta manera, la hipótesis defendida por unas acusaciones que se afanan en probar que la niña empezó a estorbar a los padres y que eso desencadenó el crimen. Pero hay muchos más testigos que dicen lo contrario y dibujan una «familia idílica» (como la definió la cuidadora que pasaba más de diez horas semanales en la casa) dentro de la que Asunta se mostraba como una niña «feliz y muy divertida», según afirmó su madrina.

Los nubarrones que ensombrecieron esta situación de cordialidad —que algunos amigos de la pareja llegaron a alabar incluso después de su divorcio— son una de las claves del juicio que, por el momento, parece resistirse. Bien es cierto que los nueve integrantes del jurado popular no necesitan descubrir el móvil del asesinato para condenar, o no, a los acusados. Pero conocer la trastienda del crimen podría ayudar a destapar otros enigmas que siguen sin estar claros a estas alturas.

Según la instrucción del caso, Basterra participó de la muerte de la niña. La compra de tres cajas de Orfidal y que la menor pasase en su piso las noches previas a los episodios de sedación juegan en su contra. Sin embargo, en dos semanas de juicio no ha sido posible explicar cómo llegó el padre a la finca de Teo y cómo se trasladó de ella a la pista donde apareció el cadáver de la menor. Las declaraciones de los agentes que estuvieron en el levantamiento del cadáver confirmaron que en la niña no había marcas de arrastre, con lo que la persona que la depositó en la cuneta tuvo que hacerlo a pulso. Una acción imposible de atribuir solo a la madre de la víctima, de complexión débil e incapaz de cargar con un cuerpo muerto desde el maleterode su vehículo al talud. Pero ningún testimonio aclara cómo pudo llegar el padre allí.

Las más de treinta cámaras que fueron revisadas durante la investigación solo captaron a Asunta y a Porto en el vehículo camino de Teo. Ni rastro de Basterra en las calles de Santiago hasta que en el entorno de las 21.30 horas recibe la llamada de su expareja alertándolo de la falta de la menor. Su coartada —la de que estuvo toda la tarde cocinando y leyendo en su vivienda— se agrieta cuando una amiga de Asunta declara haberlo visto en la calle en compañía de la niña aquella tarde, en el entorno de las 18.20 horas. El ticket de una tienda confirma el margen horario de un testimonio de gran veracidad que, no obstante, deja un cabo suelto: ¿Cómo llegó Basterra a Teo? ¿En el mismo vehículo que Porto y la niña? ¿Había preparado el recorrido para evitar ser captado por las cámaras? Según un agente del caso, esto último sería viable.

Sin pruebas que lo sitúen en el lugar de los hechos, tampoco queda claro hasta el momento cómo pudo ayudar a trasladar el cadáver de la casa de Teo (lugar en el que se cree que murió la pequeña) hasta la pista forestal. A su salida de la finca, un vecino se detiene a charlar con Porto y no detecta nada extraño en el vehículo. «Yo solo vi a Rosario en el coche», relató durante el juicio. Una de las hipótesis es que la niña estuviese tendida en el suelo de la parte de atrás, lo que explicaría que faltasen las alfombrillas y que se encontrasen restos de vómito. Basterra podría viajar en el maletero, pero tampoco se han encontrado pruebas que lo confirmen.

Lo que parece probado es que la niña fue drogada en diferentes ocasiones durante el verano que precedió a su muerte y que la sustancia que le suministraron coincide con el tratamiento que su madre tomaba para la depresión que sufría. Basterra también ha reconocido la compra de los Orfidales, aunque en todo momento ha negado que se los suministrase a la menor. Contra este testimonio están las revelaciones que la pequeña hizo en clase de violín antes de su muerte, cuando se quejó de que le estaba dando unos «polvos blancos» que la mantenían dormida días y que no eran para la alergia porque, insistió a sus docentes, «yo no tengo alergia».

Igual de inquietante es el episodio del hombre de negro que entró de madrugada en la casa de los Porto y agarró a la niña del cuello. La madre no lo denunció por temor a que Asunta se sintiese en peligro, pero ella no tardó en contárselo a la madre de una amiga que, alarmada, se lo contó a la Policía nada más conocerse el crimen. Este presunto robo tampoco convenció a una vecina de bloque, que asegura que los perros habrían ladrado si alguien hubiese entrado en el edificio. A falta de los testimonios propuestos por la defensa que hoy acabarán de declarar, el puzle de declaraciones oídas en sala parece señalar un punto de inflexión en la vida de esta idílica familia que podría esconder las claves del crimen por el que los padres se enfrentan a 18 años.

Por descubrir está también quién accedió a la finca de Teo entre las 19.30 y las 22.40 horas del martes anterior a la muerte de la pequeña. Una visita que los dos imputados niegan, pero para la que no tienen explicación. Este traslado al supuesto lugar del crimen coincide en el tiempo con la falta a clase de la niña. Porto justificó su ausencia explicando que su hija padecía «graves vómitos». Los dos padres dijeron que Asunta pasó la mañana en cama, en casa de su madre. Y los dos mintieron, según su cuidadora. Mañana empezarán las periciales, en manos de forenses y biólogos, que podrían dar un giro al caso.

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