El bajo barítono, en el descanso de uno de sus ensayos
El bajo barítono, en el descanso de uno de sus ensayos - miguel muñiz
entrevista al barítono bryn terfel

«La música habla con más fuerza que la política»

El cantante galés repasó el pasado viernes en La Coruña sus más de 25 años de carrera. Un apasionante viaje lírico por sus principales papeles operísticos

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— En su actuación en La Coruña interpretó a un dios, un demonio, varios farsantes y a Falstaff. ¿Cuál de todos es Bryn Terfel?

— Me gustan los dioses y los demonios, pero el papel que me hace sonreír, ya desde la silla de maquillaje, es Falstaff. Cuando tienes estas buenas vibraciones, de un tipo que disfruta la vida con la mesa, el vino y las mujeres... Es una ópera gloriosa. Nunca sientes que la hayas cantado perfectamente, pero quieres soñar con que un día serás capaz de lograrlo. Por eso te motiva seguirla cantando.

— Su voz encaja perfectamente en Falstaff, pero también en el terrible Felipe II del «Don Carlo» verdiano...

— Sí, sí. No me lo han ofrecido por el momento, no he podido cantar los verdaderos roles verdianos.

Los colegas que vienen a cantar a La Coruña, como Leo Nucci, eran acunados por sus padres con arias verdianas. Verdi corre por sus venas. Mi herencia galesa es de otro tipo de voces y de canto, más profundo.

— ¿Herencia más wagneriana?

— Ciertamente, porque la historia galesa tiene muchas influencias alemanas. Está en nuestro ADN. Fueron los primeros granjeros europeos en venir a las islas británicas. Hablamos de Antes de Cristo. Sé que yo mismo, tengo conexiones finlandesas, alemanas, irlandesas. Mi ADN fue examinado para un periódico. Sé exactamente de dónde vengo, y asusta. Quizás lo wagneriano sí es algo preconcebido en mí.

— Sin embargo ha renunciado a cantar en Bayreuth. ¿No le atrae la leyenda y la mitología del festival wagneriano?

— Estuve nueve años cantando en el festival de Salzburgo. Quizás ese fue el momento de Bayreuth. Luego tuve tres hijos, que quieren estar con su padre en las vacaciones de verano. Así que me compré una casa y todos los veranos estoy en Estepona, con mis hijos. Y eso me resulta más mitológico que estar en Bayreuth durante tres meses. No es nada personal. Claro que me seduce cantar allí, pero ahora lo hacen más mis hijos, el sol, la playa y la sangría.

— Su distancia con Verdi, ¿es cuestión de afinidad o de falta de oportunidad?

— No tengo afinidad con Verdi. Creo que quizás más adelante cantaré algún papel, probablemente en Don Carlo. Ni Traviata, Trovatore ni Rigoletto. No son roles que vaya a hacer. Ni siquiera Iago, aunque todo bajo-barítono sueña con hacerlo. No me interesa. Sé que hay gente que lo hace mucho mejor que yo.

— Eso es una postura honesta.

— Giuseppe Sinopoli estaba grabando muchas piezas para una discográfica y me ofreció cantar Trovatore, el Conte di Luna. Lo estudié con mi maestro de canto e incluso fui a cantarlo. Pero el papel no me encajaba como un guante, y debería ser así. Tienes que estar feliz cuando subes al escenario, nunca nervioso ni desconfiado. Y escucho a estos otros cantantes interpretarlo y disfrutarlo. Quizás algún día sí cante «Ella giammai m’amò».

— Cumple los cincuenta este año. ¿Algún desafío pendiente?

— Sí. Interpretaré Boris Godunov para la Royal Opera House de Londres, me gustaría cocinar mejor, jugar al golf mejor y ser mucho más erudito en vinos de lo que ya soy. Esos son mis retos. El 20 de octubre tengo un gran concierto de cumpleaños en el Royal Albert Hall. Y hay un elemento más: más ópera moderna, bien compuesta para mí o un rol como Wozzeck. Y por supuesto, afrontar el «Winterreise» de Schubert. Ya va siendo hora.

— Vino, golf y cocina. ¡Más que un cantante parece un bon vivant cantarín!

— (Risas) Sí, ¿por qué no? Durante mi carrera he ido comprando muchas botellas de vino. Directores como Abbado, Muti o Levine son entendidos en vino y tienen sus propias bodegas. Cuando he cenado con ellos, coleccionaba etiquetas de vinos y lo guardaba como Leporello en su catálogo.

— Hablando de Leporello, ¿usted es más como Don Giovanni o como su sirviente?

— Leporello, e incluso más Massetto. Soy el hijo de un granjero y él es un granjero que no sabe ni beber te de una delicada taza.

— Si un británico no sabe beber té...

— Desde luego, los galeses somos grandes bebedores de té, pero las más de las veces lo hacemos en jarras (Risas) Ahora en serio. Nunca me sentí cerca de lo que representa Don Giovanni ni con cómo lo describe Da Ponte, un personaje que vive siempre al límite. Me encuentro más cómodo haciendo de criado que de señor. Eso también está en el ADN. Soy un tipo sencillo.

— No he encontrado una sola declaración de Bryn Terfel sobre política. ¿Lo evita a propósito?

— La mayoría de las veces no tengo ni tiempo, con la agenda de compromisos que tengo. En general, soy alguien que está en la periferia. Yo soy de Gales, y recibimos mucho dinero para educación y sanidad. Quizás porque las artes también viven de ese dinero no se habla de política. Es preferible no hacerlo.

—Usted es galés. ¿Se han acentuado las sensibilidades territoriales tras el referéndum escocés?

— Lo de Escocia fue estupendo, con la gente pudiendo votar. Ellos quieren la independencia. No creo que a Gales le beneficiara. No la quiero para mi país. Nuestra integridad está en la música que portamos. Debemos ser embajadores. Yo me debo a mi música antes que a la política. La música habla con más fuerza que la política. Con mi trabajo puedo apoyar a organizaciones benéficas. Ahora mismo colaboro con tres y estoy construyendo otra.

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