Pazguato y fino

Mentiroso o defraudador

La estrategia de la abogada suena a maniobra desesperada para anular pruebas de cargo

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Con el presunto por delante, la estrategia de Manuel Fernández Castiñeiras en este proceso pasa por quedar como un mentiroso o como un defraudador. Embustero, por contarnos ahora que él no vio nunca el «Códice», que el libro al parecer se robó solo, que se enteró por la propia Policía de que lo habían encontrado en su garaje y que amasó casi dos millones de euros como un esforzado cambiador de bombillas en la Catedral.

La alternativa es incluso peor, porque pasaría por haberse forjado esa fortuna sin haber rendido cuentas de la misma a Montoro y sus esbirros de Hacienda. Yo añado: que una editorial le ofrezca publicar un libro de cómo hacerse rico entre cables de cobre y enchufes, porque tiene una historia.

La estrategia de la abogada defensora suena a maniobra desesperada para anular las pruebas de cargo que señalan con dedo acusador a Castiñeiras, y que dejan escaso margen para la duda. Sobre todo cuando media una confesión palmaria, de la que ahora dice no acordarse y reprocha las formas del juez instructor.

Esa es otra película, la de estos jueces de instrucción un tanto pintureros que pueblan nuestros juzgados, cuyo afán de protagonismo y deslices procesales sirven de munición para abogados sin nada que perder. A Taín su fama — y no sus libros, afortunadamente— le precede. Nos queda la tranquilidad de que no todos son así. Ni siquiera en Lugo.

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