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Del 24-M al 20-D

El PP perdería en las generales tres escaños que ganaría Podemos

De repetirse el resultado de las autonómicas, los populares se quedarían con 18 diputados mientras el círculo morado se estrenaría en Burgos, León y Valladolid

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Cada cita con las urnas es un mundo. Son muchos los factores que influyen —desde el contexto socioeconómico a los candidatos que llenan la candidatura— y cierto es que las autonómicas son diferentes a las generales, pero el resultado del pasado 24 de mayo puede ser un termómetro con el que medir la «temperatura» del electorado de cara a diciembre y hacer un cálculo de cuántas papeletas sumará en cada montón. Y, si se tiene en cuenta el jaque al bipartidismo que supuso ese domingo también en Castilla y León el avance sobre el tablero de los «peones» de las nuevas formaciones políticas, de cara a la renovación de las Cortes Generales también se auguran cambios respecto al tradicional reparto de escaños copado en los últimos años por PP y PSOE.

Eso sí, los escasos escaños a repartir en cada una de las nueve circunscripciones electorales en que se divide la Comunidad —una por cada provincia— y el hecho de que las fuerzas tradicionales con representación sigan conservando aún su pujanza –y a importante distancia de sus nuevos competidores– garantizaría que tras el 20-D el mapa, al menos en Castilla y León, siga siendo en azul y rojo. Gaviotas y rosas se comen la mayor parte del pastel de las 32 actas para el Congreso de los Diputados que corresponden a la Comunidad. Pero no son ajenos al desgaste. Si se extrapolan los datos de las elecciones autonómicas del pasado 24 de mayo, tras la cita con las urnas del próximo 20 de diciembre, entraría algún convidado más al reparto. Eso, de acuerdo a esos datos y siguiendo lo dictado por la Ley D’hont para el reparto de escaños, lo haría «comiéndose» una pequeña porción.

El nuevo «comensal» sería Podemos. Tras auparse en las Cortes de Castilla y León como la tercera fuerza, con 10 escaños de los 84 que componen la Cámara (el PP tiene 42 y el PSOE, 25), también «pillaría cacho» en la Cámara Baja desde Castilla y León. Su debut sería con tres escaños, los mismos que perderían los populares respecto a la cita de 2011 –entre esa cita y la del pasado 24 de mayo se han dejado casi 330.000 votos y más de 17 puntos en apoyos–, cuando también arañaron esa cantidad a unos socialistas en caída libre por la crisis y el descrédito del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Desigual evolución

Eso sí, esto teniendo en cuenta que en mayo Podemos se encontraba en la cresta de la ola, que empezada a romperse en agosto por el dique del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y pinchado de nuevo en las catalanas del 27 de septiembre. El sondeo veraniego constató la recuperación del bipartidismo y el bajón de la formación de Pablo Iglesias, a lo que se suma que los resultados de las elecciones en Cataluña no han sido los esperados.

Mientras, Ciudadanos, a quien el CIS también apuntó a la baja, vive un momento dulce tras convertirse en la segunda fuerza en la «patria chica» de Albert Rivera, lo que puede alentar sus esperanzas de «comerse» también parte del pastel. Salamanca, la única provincia en la que logró ser la tercera fuerza en las autonómicas, es su principal baza.

Es en las provincias grandes, donde hay más escaños en juego y más margen de maniobra, donde los partidos emergentes se juegan más sus posibilidades de lograr representación. Así, de repetirse el resultado de las autonómicas, sería en Burgos, León y Valladolid donde los de Pablo Iglesias lograrían un escaño. Aunque en el Parlamento regional Ciudadanos consiguió cinco actas, no daría el salto a Madrid, como tampoco IU y UPL, presentes en las Cortes regionales con un representante cada uno. A la vez que Podemos empezaría a subir, el PP perdería algo de fuelle, pasando de los 21 escaños que logró hace cuatro años a los 18, quedando al mismo nivel que en los tiempos de mayor éxito de Zapatero, en 2008. Estaría, por tanto, alejado de sus épocas de mayor gloria, en 1996 y 2000, con José María Aznar como candidato a La Moncloa y el felipismo en declive, y 22 escaños de 32 bajo signo popular. El suelo del PP, en las segundas elecciones, en 1982, con 13 actas para las siglas de la coalición AP-PDP.

Pese al desgaste, los populares continuarían como la formación mayoritaria, con más de la mitad de los escaños en juego en la Carrera de San Jerónimo. Mantendrían su peso de dos de los tres diputados en Ávila, Palencia, Segovia y Zamora. Tampoco cederían terreno en Salamanca, consiguiendo tres de las cuatro actas, y en Soria, con una de dos. Sin embargo, en Burgos, León y Valladolid pasaría de tres a dos.

Por su parte, el PSOE, de repetirse el resultado del pasado 24 de mayo –supuso unas 90.000 papeletas menos y algo más de tres puntos menos que en noviembre de 2011–, conservaría los once diputados con los que se quedó ya en 2011. Aunque mantiene el tipo, también es cierto que se sitúa al borde de su suelo histórico, el de las primeras elecciones democráticas, allá por 1979, cuando se estrenó en el Congreso de los Diputados con 10 de los entonces 35 escaños que correspondían a Castilla y León. Se queda al nivel de sus tiempos de «bajón», los de 1996, 2000 y 2011, cuando los ciudadanos castigaron su gestión por sendas crisis. Así, las papeletas con la rosa permitirían obtener un diputado por Ávila, Burgos, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria y Zamora y dos por León y Valladolid.

Reparto tradicional

La batalla se juega, por tanto, en las provincias más grandes, y en las cuatro, salvo en Salamanca, parece que habrá cambios. Pese a la pérdida de tres escaños, el PP se mantendría como el partido mayoritario en un mapa en el que sigue dominando el bicolor azul-rojo, pero con algún destello morado.

Desde que en 1989 la tortilla se dio la vuelta, el PP es la fuerza de Castilla y León con más representación en el Congreso. Ni siguiera en tiempos de gobierno socialista el PSOE logró imponerse. Después de unos primeros compases democráticos en los que la formación de la rosa estuvo por encima, alcanzando su techo de representatividad en 1982, con 18 escaños frente a los 12 de AP-PDP, comenzó su bajada. En 1986 logro seguir por encima, pero desde 1989 las gaviotas vuelan más alto.

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