corazón de león

El pisito y el Rolex

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En el moderno lenguaje político-tertuliano hay términos que superan la generosidad sin límites de la Real Academia Española del «todo vale», y así, la tolerancia es una virtud, cuando, en puridad, es «permitir algo que no se tiene por lícito» y la transparencia significa, en su cuarta acepción, «claro, evidente, que se comprende sin duda ni ambigüedad». De la tolerancia cero se ha pasado a la transparencia total, que así se manejan los nuevos políticos; es decir, «somos tolerantes y aceptamos el pulpo como animal de compañía y somos transparentes y desvelamos que tenemos, no una cuenta en Suiza, y sí un pisito en las afueras». ¡Ay, la política y los políticos!

Pues eso, que tras el hartazgo de la tolerancia, ha llegado el de la transparencia.

Llegada es la época en la que todo dios político tiene que desnudarse y enseñar sus vergüenzas o sus virtudes. Unos lo hacen con la bandera más larga y otros con la cuenta corriente más corta. Un divertido juego de demagogia que, para la mayoría de los paganos ciudadanos, no tiene la mínima gracia. Es, por ejemplo, el caso del Ayuntamiento de León, en donde alcalde y concejales han ejercitado una transparencia plagada de sombras.

Resulta curioso que la mayoría de los ediles leoneses oculten, en su transparencia, el montante de sus cuentas corrientes o fondos de inversión o de pensiones. Eso sí, casi todos reconocen poseer un «pisito» aparte de la casa propia, algo muy habitual en estas tierras leonesas en las que las segunda vivienda era, en épocas de vacas gordas, un capricho o una inversión de los que ahora muchos se arrepienten: que si un pisito en Gijón, en Oviedo o en la Montaña para el veraneo o el fin de semana. Hace menos de una década, no había leonés de pro que no tuviera su otro hogar en el que cultivar tomates los fines de semana o bañarse en las aguas de la playa gijonesa de San Lorenzo.

Hoy, en la época de la tolerancia y de la transparencia, los regidores leoneses han cantado, con la boca pequeña, eso sí, sus fortunas o infortunios. Por ejemplo, el flamante alcalde Silván declara un piso en León, otro en Valladolid y un apartamento en la estación invernal de San Isidro, así como dos cuentas en Bankinter y Caja España. Y el concejal de Hacienda, Agustín Rajoy, reconoce ser propietario de diez inmuebles, poseer siete cuentas corrientes y cinco vehículos, entre otros bienes. Y así con la mayor parte de los ediles, como el concejal del PSOE García Copete, con cuatro inmuebles, o Ana Carlota, concejal de Ciudadanos, que declara cuatro viviendas. E incluso el coordinador provincial de IU y edil de León en Común que declara no tener vivienda y apenas 2000 euros en el banco. Al menos reconoce que posee un Rolex de 6000 euros. ¡Transparencia, la llaman!

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