la sombra de mis pasos

¡Qué cruz!

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Volaban notas de prensa estos días a favor y en contra de Villalar. Todas, con sus más y con sus menos, tienen algo de propaganda electoral, de Juan Palomo. Las hay con gracia como la de que «Padilla, Bravo y Maldonado serían de Vox». Hasta de los finados se hace campaña. No tiene el muerto suficiente con atender las malvas como para andar pensado en votos.

A los leoneses dice el UPL que no le gusta Villalar. Mis amigos de allí aseguran que eso es una celebración de los castellanos. ¡Claro que es una cosa de los castellanos! Nos dedicamos a celebrar a los muertos, los traidores con razón, las amapolas cercenadas sin miramientos un abril de 1521. Villalar hoy es una proclama regionalista sólo a medias, una fiesta para la mitad de CyL porque los de «L» aseguran que a ellos ni les va, ni les viene.

En la campa, que casi siempre está húmeda, se dejan ver los políticos muy de mañana. Se hacen fotos y esas cosas que deber obliga antes de volverse con presura. El ambiente suele ser hostil y eso amarga hasta la sonrisa electoral. Más allá del cordón verde que templa los insultos queda el paisaje de domingueros con las tiendas.

¡Están los ánimos como para celebrar derrotas! Me sugiere una amiga el por qué no celebrar como día de la comunidad la Toma de Granda, o cualquier otra efeméride menos lúgubre. A ver si tanto sentimentalismo regional nos va a nublar el juicio y acabamos pidiendo la independencia como Cataluña. ¡Digo más! La restitución del antiguo Reino de Castilla. Villalar con su rota y con su orgullo.

Se tiñó la paramera entre amapolas por doquier, «bajo un cielo infinito»’, que crecen como un mar rojo. «Cada veintitrés de abril / se alce tu cruz, Comunero». Y que cruz… piensa el comunero cansado de que le recuerden cada año la amarga derrota.

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