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Un lechazo en el día del cine turco

«El corderito» cuenta una historia rural sobre la «fiesta» de la circuncisión

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La primera película en competición de la jornada, le planteaba a uno la duda de si era una invitación al cine o a comer, pues se titulaba «El corderito», y aquí, en Valladolid, como mínimo da que pensar. Incluso «Kuzu», su título original, podría haberse traducido como lechazo o ternasco, con lo que la cosa hubiera empezado a pedir vino inmediatamente. Pero el director, Kutlug Ataman, turco como el cine de moda (con gracia, apunta Pumares que se ha pasado la moda del cine iraní y empieza la del cine turco), nos narra una historia muy, muy rural, sobre una familia en el borde de lo indigente que ha de encontrar el modo de hacer una fiesta (es decir, matar un corderito) para celebrar la circuncisión de su hijo varón.

Es una película llena de ingenuidades, o sea, de verdades locales, que apunta las tradiciones, el paisaje y el paisanaje con ese rifle sin bala de los cuentos con moraleja: un padre melón, una madre sufrida y valiente, dos hijos bendecidos con la gracia de la imaginación y la punta roma de la perversidad…, una pequeña fábula que a punto está de adquirir la grandeza de la tragedia griega pero que el director prefiere endulzar con un desenlace con la pólvora mojada.

Con monumentales fallos de guión o de casting, como que la esposa perfecta y arrinconada sea un «pibón» mientras que la amante prostituta sea un «cazo» de dos asas…, pero todo ello contribuye a la ausencia de auténtica malicia del film, que convierte a un simple corderillo en el sustento ético y argumental de la historia.

Otra película en competición por la Espiga de Oro era la danesa «Alguien a quien amar», de Pernille Fischer Christensen, un curioso melodrama cocido en agua helada sobre la relación de un tipo vacío, un cantautor hueco, cuando vuelve a su país y se reencuentra con su hija abandonada y fundida, y con su nieto como rescatado del «frigidaire» y con serias dudas de si hay algo decente en un cariño o en una caricia. Película sorprendentemente pasional en un territorio helado y en el que los personajes tienen tanta experiencia en eso que se entiende por calor humano como lo pueda tener, no sé, una rata de cloaca… Todos contienen las emociones como la caja de seguridad de un banco contiene el dinero sucio, y uno asiste a los profundos conflictos que se plantean (paternidad, sentido de la vida, mundo, demonio y carne) con la frialdad y la desidia de quien se corta las uñas. Hay infinidad de momentos cálidos, pero los ha de facturar uno mismo a su propia cuenta de gas: emociónate si quieres, lo pagas tú. Está bien rodada, y las interpretaciones son muy de escuela danesa (deja que el sentimiento se te congele en la cara), pero es inevitable pensar que si esta historia la coge, por ejemplo Almodóvar, uno no se levanta de ella hasta que Chus Lampreave diga lo de los Testigos de Jehová.

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