la sombra de mis pasoss

Aviones

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Los aeropuertos en Castilla y León fueron un delirio de amor veraniego. Pensamos que durarían para siempre y empezaron a desmoronarse en las horas difíciles. Viajar, hoy por hoy, se ha convertido en un capricho venido a menos que tuvo su auge cuando todos éramos ricos. ¡Qué tiempos aquellos! Ahora solo cogen aeroplanos, por obligación, los que se van. Lo de viajar por placer está sobrevalorado; dice un gran amigo que para hacer turismo siempre nos quedarán los documentales de La 2.

En los aeropuertos, ya sólo hay hombres con rosas deshojando la paciencia mientras esperan a alguien. En nuestra sociedad, por placer, únicamente viajan los enamorados. Caras y colas de facturación a un ritmo de fado triste y en el aire, saudade de a quienes nos pesa la levedad del tiempo.

¡Los aeropuertos no funcionan!

Los de esta región, ancha y áspera como una madre sin instinto, se compadecen a escondidas por la ausencia de viajeros. Con el dinero, nos acostumbramos a tener todo a la puerta de casa y no se nos ocurrió pensar, que los aeropuertos no son bares para poner uno en cada esquina. Tal vez no sea mala cosa que hagan falta tres horas para llegar al más cercano. Miremos a Alemania, el doble de habitantes y la mitad de aeropuertos. Un amigo, cantautor de los buenos, con ingenio y mala leche, le puso letra al desnudo de una chica en un aeropuerto. Eso demuestra mi teoría, que los aeropuertos, en esta región, son un reducto para nostálgicos que decidimos despedir el amor desde el cristal. Tal vez a los responsables que los mantienen, pese al agujero económico que suponen, les mueva la misma nostalgia, pero distinta; la de cuando había dinero para todo. Los vuelos, ya solo los cogen los enamorados.

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