Imagen de Santa Teresa de Jesús
Imagen de Santa Teresa de Jesús - d. arranz
v centenario de santa teresa

Camino perfecto de comunicación

De fuerte carácter, alegre, comunicadora, reformista, escritora, religiosa, mujer… Santa Teresa cambió los modelos de una época y la forma de entender la relación con Dios

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Mucho se ha escrito y dicho de la Santa de Ávila, más aún en los últimos meses, con motivo de la celebración del V Centenario de su nacimiento. Historiadores, teólogos, carmelitas… han profundizado en la personalidad de Teresa de Cepeda y Ahumada tratando de descubrir el pensamiento de esta doctora de la Iglesia Católica.

El fraile carmelita Teófanes Egido, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid y especializado en la figura de Santa Teresa, habla de la mística de Ávila como «una persona de su tiempo, nacida y criada en una familia muy singular que descendía de judíos, pero que estaba llena de ternura, cosa rara en las familias en aquella época, porque entonces el amor familiar no existía, es un valor posterior».

Ella misma describe en sus textos lo que le dolió separarse de su padre para ir de monja a la Encarnación.

Tenía carácter, nadie duda de su fuerte voluntad y su deseo por cambiar las cosas y embarcarse en un proyecto «para que las mujeres pudiesen orar sin suspicacias ni sospechas por parte de los varones», aunque sin llegar a vérselas con la Inquisición, como se ha llegado a decir, pese a que «se reía» de ella, si bien lamentó que le prohibiesen los libros a los que estaba habituada.

Uno de sus legados es haber posibilitado los caminos de oración, gracias a su empeño «para que todo el mundo tuviese ese derecho a orar en la forma teresiana, como dice ella, rezando con un Dios amigo, no el lejano o abstracto». «Ese Dios Amigo es la gran novedad de Santa Teresa, esa relación de amistad».

Otro de sus logros tiene que ver, precisamente, con su condición de mujer, porque aportó esa posibilidad de valorar a las mujeres en la Iglesia. Para otro historiador, Javier Burrieza, Santa Teresa fue una mujer que fue aprendiendo a romper con distintos modelos. «Ella decía que se ha había metido monja como un matrimonio de conveniencia, porque había visto cuál era la situación de la mujer y después ese matrimonio se convirtió en amor», asegura. «Al principio, vio que esa vida no la llenaba y decidió iniciar todo el proceso de las funciones y enfrentarse a una sociedad de hombres y de distintas coordenadas sociales con las que no comulgaba».

Pero, sin duda, uno de sus grandes legados se puede encontrar en sus escritos directos, personales, llenos de belleza, «porque es una de las grandes creadoras de nuestro idioma», dice Teófanes Egido. Libros como «Las Moradas», ese itinerario nupcial de encuentro hacia Dios; «Camino de Perfección», en el que se empeña en defender la tarea de las mujeres en la Iglesia; «Las Fundaciones», una crónica maravillosa de tantos caminos y lugares y, sobre todo, el medio millar de cartas donde se vuelca personalmente para la historia de los sentimientos.

«Ella no podía predicar, pero sí podía decir lo que pensaba a través de las cartas, en las que no sólo se hablaba de su relación con Dios», asegura Burrieza. Así, recuerda cómo una epístola se dirigía a un arzobispo de Portugal en relación con las reclamaciones de Felipe II sobre este reino para pedirle que hubiese diálogo, paz y que no se llegase a la guerra. Y luego están las otras, dirigidas a sus hijas. «Era una mujer decidida, de proyectos, de empuje, de medios de comunicación», concluye.

Sin embargo, la idea de la santa que levita poco tiene que ver con la realidad. Teófanes Egido explica cómo las vidas de los santos que conocemos suelen ser invenciones de los hagiógrafos, escritores de vidas de santos, y cómo la vida de Santa Teresa se produjo en tiempos barrocos de la fantasía e imaginación. Algunas de las descripciones que han llegado hasta nuestros días responden a ese modelo de santidad fantástica. Es más, insiste en que «ella, jamás, de sus experiencias espirituales tuvo repercusiones físicas. Esos corazones transverberados son creaciones posteriores».

Obsesión por el lenguaje

Por eso, para el fraile carmelita, la imagen de Santa Teresa que debe llegar hasta nuestros día es el de una mujer obsesionada con el saber comunicarse con dignidad, con la hermosura del lenguaje «porque valoraba mucho la palabra y se ponía contenta cuando encontraba la palabra adecuada y sobre todo, con tener unos valores que merecen la pena y son trascendentes». Una mujer «preocupadísima» por comunicarse, hasta el punto de que «no admitía fundaciones de sus conventos en lugares mal comunicados».

Cuando Santa Teresa murió, en 1582, había hecho realidad un proyecto que entonces no estaba al alcance de las mujeres: fundar una orden, la de los Carmelitas Descalzos y dejar un legado literario y epistolar que «tan bien escrito que leyéndolo se la puede llegar a sentir».

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