COSAS MÍAS

¿Y la regeneración ciudadana?

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¿La regeneración ciudadana? Ni está ni se le espera en las decenas de medidas de limpieza política repetidas una y otra vez por las élites periodísticas e intelectuales. Como si la democracia fuera un asunto exclusivo de los políticos y la regeneración se refiriera únicamente al Estado. O como si la sociedad civil, la que elige y determina la configuración del Estado, fuera escrupulosamente limpia en comparación con la clase política.

En la práctica, aquí juega casi todo el mundo al mensaje de «la casta» de Pablo Iglesias. Darles duro a los políticos que es popular, da seguidores y no desgasta. Porque al público no le agrada que le recuerden lo suyo, pero le entusiasma, en cambio, el espectáculo del juicio sumarísimo a los políticos y el discurso de que los culpables son los demás.

De ahí que el populismo sea un negocio redondo, en la política y en la sociedad civil. Con la diferencia de que en la política te dura hasta que ocupas un cargo, le pasará a Podemos, y en la sociedad civil es un chollo permanente.

Las corrupciones varias de la sociedad civil no hacen portadas, o, sencillamente, no se investigan. Ni se pregunta por ellas. Los empresarios del último Congreso de Empresa Familiar, por ejemplo, dieron una nota de 1,08 sobre 9 a los políticos en una encuesta. Por la corrupción, dijeron. Pero me temo que no les preguntaron, entre otras cosas, por esos 800.000 empleos de la economía sumergida calculados por el CEC (Consejo Empresarial para la Competitividad) que implica un número tremendo de ciudadanos y empresarios autores de engaño y fraude. Súmese a lo anterior el fraude fiscal, ese que evade miles de millones de euros entre grandes, medianos y pequeños defraudadores. Empresarios y ciudadanos, pura sociedad civil, de la que se escandaliza por la corrupción de los políticos.

Y otros múltiples fraudes al Estado, como el de esos cinco profesores, me lo contaban hace días, que viajaban a otro campus en el mismo vehículo pero pasaban cinco relaciones de gastos de viaje añadiendo que lo hacían por la carretera nacional y no por la autopista, de ahí la ausencia de los cinco resguardos de la autopista entre ambos campus. No se habla en los medios de estos fraudes, pero suman mucho más que los viajes a Canarias de los dos novios parlamentarios de la bella colombiana.

Y después están los comportamientos poco éticos, tantos y tantos. Los que han aflorado, por ejemplo, en los medios y en determinadas organizaciones profesionales sanitarias alrededor del caso Teresa Romero. Todos los periodistas tenían el dato de su confesión sobre su error en el contagio o el dato de su silencio ante la médico de cabecera sobre el contacto con enfermos de ébola. Pero todos han callado, y han recomendado callar, por miedo a la reacción popular mientras arremetían contra las exclusivas responsabilidades de la clase política.

O los que comienzan a mostrarse alrededor del «pequeño Nicolás». Artículos, ¿y exclusivas pagadas? sobre la amiga del estafador, millonarias ofertas de libros al delincuente, etc. etc. Como si fuera perfectamente compatible la exigencia de expulsión de los políticos corruptos de la vida pública con la conversión en estrellas millonarias de los estafadores de la sociedad civil.

Y la lista es interminable. Cada semana da también para un capítulo diferente sobre la corrupción y ausencia de ética en la sociedad civil.

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