Trump cumple dos años de presidencia caótica

Cinco años después, el caos amenaza a un Estados Unidos cuya administración está paralizada, con un Congreso que no aprueba leyes relevantes desde hace más de un mes

David Alandete

Hoy, cuando Donald Trump cumple dos años en la presidencia de la primera potencia mundial, sus críticos a derecha e izquierda rescatan unas palabras suyas de 2014, cuando ya ponderaba si se lanzaría a la política: «¿Qué solucionaría nuestros problemas? Que la economía se estrelle, que el país caiga en un infierno, que todo sea un desastre. Entonces habrá disturbios para volver a un pasado en el que fuimos grandes». En suma, especulaba el presidente sobre la posibilidad de un país renacido en el caos.

Cinco años después, el caos amenaza a un Estados Unidos cuya administración está paralizada, con un Congreso que no aprueba leyes relevantes desde hace más de un mes y cuyos empresarios temen una recesión sobre cuya probabilidad los economistas no se ponen de acuerdo. El caos impera en una Casa Blanca de la que ministros, funcionarios y asesores entran y salen sin solución de continuidad. Como asegura Michael Gerson, un respetado estratega conservador, «otros presidentes se verían refrenados por el temor a la división social y el caos político. Pero para Trump son incentivos. Parece que el presidente prevalece en la anarquía».

Lo que no es Trump –y en estos dos años ha dado prueba de ello– es acomodaticio. A diferencia de prácticamente todos sus antecesores en el cargo, se ha negado a ceder en sus promesas de campaña. En contraste, Barack Obama renunció pronto a ofrecer cobertura sanitaria pública a todos los norteamericanos o cerrar el penal de Guantánamo y George Bush , que en campaña se había comprometido a reducir el déficit, acabó aumentándolo en seis billones de dólares.

El listado de logros económicos de Trump es impresionante: bajo su mandato se han creado cinco millones de empleos , el paro está en mínimos históricos del 4% y el año pasado la economía creció un 3%. Pero el presidente es incapaz de limitarse a ese mensaje. «Si lo hiciera, su índice de aprobación sería entre 10 y 15 puntos más alto», llegó a decir de él el líder de la mayoría republicana en el Congreso, Mitch McConnell.

No importa lo fuerte que esté la economía o lo bien que hayan recibido las bases conservadoras decisiones tan audaces como trasladar la embajada de EE.UU. en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Trump ha conducido lentamente a su Gobierno a un solo camino del que ya no puede desviarse. Vuelve a él en cada discurso; consume sus jornadas; le tiene confinado en la Casa Blanca, y le ha llevado a clausurar la Administración y a suspender el sueldo a 800.000 funcionarios: el muro.

En sus multitudinarios mítines de campaña, a Trump le recibían con el grito de «¡construye el muro!» . Él prometió hacerlo y que México pagara además por él. Lo segundo ha quedado por imposible. Pero el presidente no puede llegar a la campaña de 2020 sin un muro. El coste estimado de ampliar las partes que ya existen será de 20.000 millones de dólares.

En contra de lo que pueda parecer, el presidente no está solo en esa cruzada. Le apoyan no sólo las bases desencantadas con los republicanos y los neoconservadores, sino líderes de opinión que le advierten constantemente en redes sociales de la obligatoriedad de satisfacer sus deudas. Uno de ellos, la escritora Ann Coulter, que tiene más de dos millones de seguidores en Twitter, dijo recientemente: «Trump está muerto si no construye ese muro».

Apoya a Trump la muy influyente fundación Heritage, que se ha convertido en la referencia indiscutible de la estrategia política en la era Trump. Según James Carafano, experto en seguridad nacional de este think tank, «si EE.UU. no mantiene un control firme sobre quién entra o se queda en el país, la crisis resultante hará que los problemas migratorios de Europa parezcan insignificantes».

Fue Steve Bannon, hoy enfrascado en llevar el populismo «trumpista» a Europa y América Latina, quien introdujo al presidente en los beneficios del caos. El jefe de campaña de Trump y asesor en la Casa Blanca durante siete meses en 2017 tiene como libro de cabecera un estudio publicado en 1997 y que lleva por título «La cuarta vuelta».

En él, William Strauss y Neil Howe argumentan que cada 80 años las sociedades avanzadas sufren una profunda crisis –guerras, crisis, depresiones– de las que renacen en ciclos. Según su punto de vista, América se precipita a un cambio de era acelerado por el resurgimiento del nacionalismo y el desmantelamiento del estado del bienestar.

Howe, único de los dos autores del libro que sigue con vida, conoció a Bannon hace años pero no tiene relación con él. «Lo que tal vez sí le ofrecimos fue un pronóstico: que el populismo, el nacionalismo y el autoritarismo del Estado pronto volverían a ascender, no sólo en América sino en el resto del mundo», dice hoy.

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