Pedro Rodríguez - De Lejos

Tortícolis iliberal

¿Se puede seguir ignorando la erosión y el retroceso de la democracia en un país como Hungría?

Pedro Rodríguez

Desde el prisma diplomático escorado hacia los intereses en detrimento de los valores, es difícil encontrar un autócrata en el mundo que no le caiga simpático a Donald Trump . Puestos a reír las peligrosas gracias de tiranos, déspotas y opresores más o menos sangrientos, el gobierno de Estados Unidos viene demostrando un alarde de inquietantes complicidades, desde los siniestros sátrapas del mundo árabe hasta el sangriento estalinismo de Pyongyang.

El régimen «iliberal» de Viktor Orban en Hungría no es una excepción a estas simpatías antidemocráticas que emanan del nacional-populismo imperante en Washington y del oportunismo político en Europa. A estas alturas, queda claro que en las relaciones internacionales bajo el prisma del Trumpismo, cuestiones como los derechos humanos, el imperio de ley, la libertad o el pluralismo forman parte de la letra pequeña que no debe interferir con la interesada jugada del momento.

Desde su regreso al poder en 2010, Orban ha venido gobernando sin reparos en detrimento del sistema democrático de Hungría. El primer ministro y sus aliados han invertido su capital político en abusar para beneficio propio de las básicas reglas del juego que se esperan de cualquier democracia europea. Desde el sistema electoral al poder judicial, pasando por los medios, la educación y la cultura. Todo con un sospechoso tufo pro-ruso y repugnantes connotaciones antisemitas.

Ante el dilema moral que plantean regímenes como el de Orban, la respuesta internacional hasta ahora ha sido una metafórica tortícolis de tanto mirar hacia otra parte. El último al que ha tocado pronunciarse sobre lo que está ocurriendo en Hungría es al Partido Popular Europeo (PPE) . La asamblea política del mayor grupo en el Parlamento de la Unión Europea, por 190 votos a favor y tres en contra, ha optado por lo más parecido a una comprensiva reprimenda: suspender a Fidesz, el partido de Orban. Una forma muy cómoda de aparentar que se está haciendo algo aunque sin llegar a una expulsión en vísperas de unas reñidas elecciones europeas.

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