Un agente de policía alemán interroga a un hombre con el rostro tapado antes de subirse en un taxi frente a una mezquita en la calle Perleberger en Berlín (Alemania)
Un agente de policía alemán interroga a un hombre con el rostro tapado antes de subirse en un taxi frente a una mezquita en la calle Perleberger en Berlín (Alemania) - EFE

«A los refugiados nos ven ahora como a enemigos en Alemania»

Inmigrantes y asilados temen una reacción de odio y xenofobia tras el atentado de Berlín

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Yusra no ha vuelto desde el lunes a sus clases de alemán, en la Volkhochschule de Berlín en la que cursa el nivel B1. Esta siria, madre de dos hijos y que ejercía como profesora antes de huir a Alemania, tiene miedo de salir a la calle y tampoco permite que sus hijos vayan al colegio. « Este atentado lo ha cambiado todo, ahora nos ven como enemigos y tengo miedo por mí y por mis hijos», explica desde un apartamento que comparte con otra familia. Ha recibido una llamada en la que se le ha recordado que la asistencia al colegio es obligatoria y que puede incluso perder la custodia de los niños si persiste en su actitud, pero por el momento pesa en ella más el miedo a lo que los otros chicos del colegio puedan hacer a sus hijos.

«No puedo permitir que les hagan más daño», se justifica, reviviendo las penalidades de la salida de su país y del largo viaje hacia el norte.

El miedo de Yusra es compartido por el resto de asilados. El voluntario de Cáritas Alexander, de 19 años, relata cómo en la noche del lunes «los refugiados del centro veían las noticias sin despegar los ojos de los móviles, y algunos temblaban o lloraban, pensaba que iban a venir a por ellos para hacerles pagar por lo ocurrido en el mercado navideño». El presidente de la Conferencia Episcospal Alemana, el cardenal Reinhard Marx, ha advertido contra la tentación de culpar a los inmigrantes. «Sería espantoso si dijéramos: ya lo vemos claro. Los refugiados son los culpables. No podemos darles a los terroristas otra victoria enfrentándonos unos con otros, dejando de ayudarnos, actuando sin reflexionar y con el corazón lleno de odio», ha dicho Marx, pero los partidos de extrema derecha agitan las redes sociales contra los extranjeros e influyen inevitablemente en la opinión pública alemana.

«Mi mensaje a los alemanes es: no sospechen de todo el mundo», suplica Ibrahim Sufi, de 26 años, un sirio que vive en el antiguo aeropuerto de Tempelhof. «No tenemos nada que ver con ese crimen, estamos rezando por las víctimas», insiste Ammar Wazzaz, refugiado de 45 años procedente de la ciudad siria de Idlib, «espero que lo que hizo esa persona no se vuelva contra refugiados como nosotros, que estamos muy agradecidos a Alemania». Yaser, sirio de 32 años que perdió a su mujer durante el viaje, lamentaba apesadumbrado: «Hemos hecho un largo camino huyendo de un terrorismo que nos persigue hasta aquí».

Hace ahora un año, Yaser vivía su primera Navidad a la alemana y cenó con una familia berlinesa y el Christkind, el «Niño Cristo», le dejó bajo el abeto un abrigo. Pero este año no hay familia de acogida. El pasado miércoles, acudió a la Iglesia de la Memoria, y cantó junto al coro de refugiados: «Cantaba por los muertos de mi familia, por quienes murieron en el viaje y por las víctimas del atentado».

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