El historiador cubano Rafael Rojas, durante la entrevista en la Casa de América
El historiador cubano Rafael Rojas, durante la entrevista en la Casa de América - Maya Balanya

Rafael Rojas: «En Venezuela crecerá la resistencia popular contra un régimen que degenera en dictadura»

El historiador cubano asegura que en Latinoamérica «estamos viviendo una crisis del neopopulismo, más autoritario que el populismo clásico, hay un avance de la izquierda moderada»

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El historiador cubano Rafael Rojas (Santa Clara, 1965) está convencido de que tanto Estados Unidos como la Unión Europea, al comenzar el deshielo de sus relaciones con Cuba, «sabían que estaban negociando con un régimen totalitario, en descomposición, que no iba a renunciar a la represión». Lo que sí ha sido una sorpresa para este profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), que reside en México desde hace 25 años, es que después de ese restablecimiento de las relaciones diplomáticas el Gobierno de La Habana «interpusiera un freno tan evidente a las reformas económicas que comenzó Raúl Castro». Sobre la crisis venezolana afirma que la suspensión del referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro «abre otra vez el abanico de opciones para la oposición» y pronostica tiempos de «movilización en las calles y movilización internacional».

El ensayista cubano se licenció en Filosofía en la Universidad de La Habana -de la que su padre, Fernando Rojas, fue rector durante doce años- y se doctoró en Historia por el Colegio de México. Ha sido profesor visitante de las universidades de Princeton, Columbia y Austin. En la Casa de América ha dialogado sobre «qué queda de la revolución cubana en la izquierda latina».

-¿Qué queda de la influencia de la revolución cubana en el continente?

-Queda mucho y poco a la vez. Mucho en términos retóricos, en el lenguaje, en cierta apelación a la intransigencia y al extremismo en las izquierdas autoritarias. No todas las izquierdas en América Latina son autoritarias, hay izquierdas democráticas. Pero queda muy poco realmente. Incluso en las izquierdas más extremistas queda muy poco de la revolución cubana en términos ideológicos, institucionales, doctrinarios, constitucionales. La gran mayoría son democráticas, actúan en un marco constitucional democrático, lo que no es el caso del régimen político derivado de la revolución cubana. Un régimen político de partido único y de control del Estado sobre la sociedad civil que no se da en ningún país latinoamericano.

-¿La Venezuela chavista es el último reducto de la revolución cubana en la izquierda continental?

-No me atrevería a decirlo ni siquiera para el caso del chavismo y de la degeneración del chavismo que estamos viviendo en los últimos años bajo Nicolás Maduro. Hubo una tendencia a la reproducción del modelo cubano en el momento de mayor hegemonía del chavismo, a mediados de la década pasada, pero nunca se llegó a una reproducción total del modelo cubano. Se avanzó mucho en la estatalización, en el control de los medios de comunicación, de la sociedad civil, pero Venezuela sigue siendo un régimen político pluripartidista, continúa habiendo un marco constitucional democrático, constantemente violado o violentado por el Gobierno.

-Pero la influencia cubana sigue en forma de militares, médicos...

-Sí, son grandes aliados. El Gobierno cubano tiene alianzas geopolíticas sólidas, sobre todo intereses, en este intercambio del subsidio petrolero por presencia de asesores militares, políticos en Venezuela. Hay una colaboración permanente entre ambos regímenes. Pero yo haría una distinción en cuanto al sistema político derivado de la revolución cubana y el modelo propiamente chavista.

-El Parlamento venezolano, de mayoría opositora, impulsa un juicio político contra Nicolás Maduro. ¿Qué éxito le augura tras la suspensión la semana pasada del revocatorio contra el presidente?

-La suspensión del referéndum revocatorio de facto por los tribunales constitucionales subordinados al Gobierno de Maduro abre otra vez el abanico de opciones para la oposición. Ante el cierre de los caminos constitucionales propiamente ligados a los mecanismos de democracia directa que tiene la Constitución de 1999, las opciones de los opositores se abrirán y es muy probable que veamos una intensificación de la manifestación pública directa, la movilización en las calles, la movilización internacional. Aumentará la resistencia popular contra un régimen que abre completamente una vía despótica, que degenera en una dictadura.

«No se esperaba que aumentara el acoso fiscal contra los trabajadores por cuenta propia, una marcha atrás a la reforma económica»

-El deshielo entre Cuba y Estados Unidos, y La Habana y Bruselas no ha llevado cambios a la isla y sí mayor represión, según denuncian la disidencia y organizaciones de derechos humanos. ¿Cómo explica que se hayan restablecido las relaciones, el régimen ha salido de su aislamiento, pero siga sin haber apertura?

-El restablecimiento de relaciones y la normalización diplomática con la Unión Europea y Estados Unidos no se planteó como una vía de suspensión o término de la represión en Cuba. Tanto la UE como EE.UU. sabían que estaban negociando con un régimen totalitario, en descomposición, que no iba a renunciar a la represión. De hecho, no creo que se hubiera descartado lo que ha sucedido en el último año y medio, que es en efecto un incremento de la represión, una transformación de la represión en un mecanismo más preventivo y sistemático de arrestos temporales de los activistas de la sociedad civil y las organizaciones opositoras para evitar que se reúnan en un lugar público o que logren concertar agendas de disenso en contra del régimen cubano. Era algo incluso predecible que, ante los desafíos que le plantea la flexibilización internacional, se endurezca en el plano político. Lo que no esperábamos ni los analistas ni los actores internacionales involucrados es que se interpusiera un freno tan evidente a las reformas económicas que comenzó Raúl Castro, sobre todo entre el año 2012 y 2013, y que son el incentivo de la normalización diplomática y restablecimiento de relaciones. En la UE y en EE.UU. han pesado más intereses pragmáticos y comerciales que expectativas de cambio democrático. Pero lo que no se esperaba es que el Gobierno aumentara el acoso fiscal contra los trabajadores por cuenta propia, contra los empresarios inmobiliarios... que hubiera una marcha atrás a la reforma económica. Tampoco estaba previsto que la normalización diplomática desafiara al régimen al punto de que no solo reprimiera a la oposición sino que intentara neutralizar también movimientos, medios alternativos de la sociedad civil, como por ejemplo Cuba Posible o Periodismo de Barrio.

-El régimen parece dar pasos hacia adelante y hacia atrás. Usted habla de una contrarreforma en Cuba, cuyo Gobierno acaba de anunciar la suspensión de nuevas licencias de restaurantes o paladares. ¿Cuándo cree que llegará la verdadera apertura económica y política? ¿Será antes o después de 2018, cuando está previsto que se renueve la jefatura del Estado?

-No espero de aquí a 2018 algo que podríamos llamar apertura política. En todo caso podrían darse ciertos movimientos en el sentido de una distribución un poquito mayor del poder político, pero no un cambio de régimen. Hay señales de un avance lento, gradual, del modelo totalitario a un modelo autoritario nuevo que sería más parecido al venezolano, al chino, al ruso, a todas esas modalidades de regímenes autoritarios en el siglo XXI o modelos autoritarios incluso del siglo XX, como el PRI (Partido Revolucionario Institucional). Modelo de partido hegemónico y del presidencialismo fuerte mexicano, está también dentro del horizonte hacia donde podría moverse ese régimen. Pero no esperaría una evolución plena de aquí a febrero de 2018, cuando se producirá la sucesión de poderes. Habrá que ver si favorece a un líder civil, de la corriente presumiblemente reformista, o si refuerza el poder militar más inmovilista o el poder burocrático del partido, que también es bastante ortodoxo.

En cuanto a la reforma económica, sí esperaría una consolidación de la corriente reformista, del aperturismo económico en la modalidad que está planteada, que es la de un crecimiento del sector no estatal sobre las bases actuales: dilatación de la economía de servicios, empresarios inmobiliarios, cooperativistas, trabajadores por cuenta propia. Es un sector no estatal ni siquiera basado en la pequeña y mediana empresa privada con capital nacional, está basado en el pequeño negocio pero que podría superar un 40% e incluso un 50% de la fuerza laboral en Cuba, según estudios recientes de economistas como Carmelo Mesa-Lago. En el último libro del profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, «Voces de cambio en el sector no estatal cubano», todos los testimonios apuntan a un endurecimiento de la represión y del control, como si el Estado quisiera recuperar el terreno perdido en la economía por medio de la presión fiscal, del alza de precios para los insumos, de obstáculos para que ese sector no estatal crezca. Ahí sí que los tiempos no juegan a favor del régimen cubano, la sucesión impulsará aún más el crecimiento del sector no estatal.

Esos pasos atrás tienen que ver con el desafío que plantea para ese poder el restablecimiento de relaciones con EE.UU. El discurso de Obama en La Habana, donde llamó a desarrollar la pequeña y mediana empresa y la sociedad civil, fue recibido por el sector más inmovilista del Gobierno, y especialmente por Fidel Castro, como un ataque. Lo que ha venido después es una reparación de daños por el desafío de Obama y una desinhibición de esta corriente ortodoxa, inmovilista, contrarreformista que está haciéndole contrapeso al sector más aperturista del Gobierno.

«Se complica aún más el camino de la paz en Colombia, pero interpreté el "no" como una modalidad del "sí"»

-¿Qué salida ve a la paz en Colombia, tras el «no» de los ciudadanos a los acuerdos firmados por el Gobierno Santos y las FARC en el plebiscito del día 2? Con un frágil alto el fuego ¿Teme un regreso del conflicto armado si los detractores del pacto y la guerrilla marxista no ceden?

-No creo que haya una vuelta a la guerra o al conflicto armado. Creo que se complica aún más el camino de la paz, pero yo interpreté el «no» como una modalidad del «sí». No como lo contrario, sino más bien como un llamado a una renegociación de la paz que deje más claros los condicionamientos para el acceso a la política democrática de las FARC y que sea más precisa en cuanto a los esquemas de reparación de las víctimas. No creo incluso que la mayoría de los colombianos que dijeron «no» estén en contra de un pacto de justicia transicional como el que propone el proyecto firmado por el presidente Juan Manuel Santos y los líderes de las FARC. Pero probablemente deseen una justicia transicional que dé mayores garantías de reparación a las víctimas y que acote de modo más claro la intervención en política democrática de las FARC.

-¿Cómo ve a la izquierda latinoamericana, tras el fin del kirchnerismo en Argentina o la destitución de Dilma Rousseff en Brasil, mientras Evo Morales y Rafael Correa parecen haber quedado en un segundo plano? ¿Está en crisis la izquierda populista?

-La izquierda ha pasado por un periodo, de un década más o menos, de ascenso de la corriente neopopulista. Son corrientes que recurren a mecanismos y resortes del populismo clásico latinoamericano de mediados del siglo XX, el populismo de Juan Domingo Perón en Argentina o de Getulio Vargas en Brasil. Pero son nuevas modalidades de populismo. En algunos aspectos son más autoritarios que los populismos clásicos, por eso prefiero llamarlos neopopulismos. Lo que estamos viviendo es una crisis de ese neopopulismo, hay un avance de la izquierda más moderada o de centro, de perfil socialdemócrata o socialista democrático en algunos países. Y hay una recuperación importante de la derecha o centro derecha en algunos países o ciudades emblemáticas, como es el caso reciente de Sao Paulo o las pasadas elecciones presidenciales en Argentina. Pero a la vez también hay una nueva articulación de una izquierda joven que no va exactamente por la vía neopopulista sino por una vía neomarxista a la que también hay que atender. Es una izquierda joven, radical, que encontramos en países como Chile, Argentina o Brasil, que tendría algunas sintonías con el fenómeno de Podemos en España y que no va exactamente por el lado neopopulista, a pesar de los vínculos que conocemos entre Podemos y el neoopulismo latinoamericano.

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