ELECCIONES REINO UNIDO

Dos hombres con suerte

Johnson lo es porque tiene un rival inelegible y Corbyn también es afortunado porque el líder conservador es débil y atrabiliario

Elecciones Reino Unido: El brexit a votación

Jeremy Corbyn y Boris Johnson, durante el debate preelectoral en la BBC el pasado 6 de diciembre AFP
Ramón Pérez-Maura

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Hay dos razones por las que podemos decir que Boris Johnson es un hombre con suerte. La principal es porque tiene un rival inelegible, un hombre que nunca ganará unas elecciones en el Reino Unido del siglo XXI. Un líder laborista de ideas marxistas que ha escogido completar su posicionamiento ideológico con un segundo, John McDonnell, de ideas leninistas. Insuperable. Y tiene suerte también porque encontró en el euroescepticismo la vía para llegar al 10 de Downing Street. Hizo una campaña muy sucia en el referendo de 2016, pero triunfó. No consiguió ser elegido primer ministro por los suyos porque su compañero en aquella campaña, Michael Gove, lo traicionó. Pero se convirtió en la encarnación del espíritu del Brexit. Y en esta elección de 2019, la tercera en cuatro años, la mayoría de los británicos quiere acabar con la pesadilla en que se ha convertido la ruptura con la Unión Europea.

Visto desde el punto de vista opuesto, Jeremy Corbyn también tiene suerte. Porque el candidato conservador es muy débil. Es un personaje atrabiliario, con un currículo cuestionable desde el primer minuto de su vida profesional, cuando fue despedido de « The Times » bajo acusación de haberse inventado una cita. Y esas características de Johnson hacen que Corbyn tenga alguna posibilidad de impedir que el primer ministro logre una mayoría absoluta. Y si es así, las posibilidades de un Gobierno multicolor son ciertas.

Johnson ha hecho del Brexit el tema central de la campaña con una idea clara: la mayoría más elevada de la historia de la democracia británica pidió el Brexit hace tres años y medio. Pero su consecución parece una quimera si no la impone el Partido Conservador , el único que garantiza que el acuerdo de ruptura entrará en vigor el 31 de enero próximo. Lo que tampoco será el fin de la relación, porque hay ya fijado un periodo transitorio hasta el 31 de diciembre de 2020 y parece casi imposible que para entonces se haya completado todo el proceso. Porque el acuerdo alcanzado por Johnson y la UE es como uno de divorcio en el que se determina quién se queda con la casa y con el perro: falta negociar quién se queda con los niños y les paga los estudios. Son muchos los británicos que votaron en favor de la permanencia en la Unión Europea que ahora quieren abandonar por dos razones: la primera es porque hay que cumplir la voluntad de la mayoría; y la segunda es porque ya nadie aguanta seguir discutiendo del Brexit. Se ha convertido en una pesadilla. Es muy interesante ver cómo el Partido Liberaldemócrata de Jo Swinson empezó su campa electoral hablando abiertamente de defender la permanencia en la UE. Su objetivo era recolectar una parte sustancial del 48 por ciento del electorado que votó a favor de la permanencia. Pero, con el paso del tiempo, hasta ellos han renunciado a que ése sea su objetivo principal, porque han visto que no les beneficia electoralmente.

Los laboristas han conseguido cuadrar un círculo: Jeremy Corbyn defiende la celebración de un nuevo referendo después de negociar un nuevo acuerdo con la UE, que sería el tercero. Lo que es bastante singular considerando que el resultado del primer referendo no se ha llevado a la práctica todavía. Pero lo verdaderamente sorprendente es que si Corbyn es primer ministro y alcanza ese acuerdo que someterá a referendo, ya ha dicho que él no hará campaña a favor ni en contra. Algo verdaderamente inaudito que esconde en el fondo el que Corbyn rechaza la mera existencia de la UE porque desde su visión marxista es un club de mercaderes, que son los enemigos del proletariado.

La duda que queda es si, a falta de una mayoría absoluta conservadora, sería posible que posiciones tan radicales como las de Corbyn pudieran aliarse con las de partidos más moderados como los Liberaldemócratas o abiertamente conservadoras como las de los unionistas del Ulster. Estos últimos están enfrentados con Johnson porque se consideran traicionados por la frontera en el mar del Norte entre el Ulster y Gran Bretaña. Pero en el resto de sus políticas están plenamente alineados con los conservadores y radicalmente opuestos a este laborismo de izquierda radical.

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