Carmen de Carlos - EN EJE

Democracia

Las formas y el fondo, que se apreciaron en la asunción de Luis Alberto Lacalle Pou, el pasado domingo, oxigenan un Cono Sur que vive momentos de tensión e incertidumbre

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Uruguay, una vez más, demostró que es un país con conciencia democrática de raíces profundas. La «Ceremonia de compromiso de honor constitucional», como se conoce a la investidura presidencial, fue una muestra de ello. Las formas y el fondo, que se apreciaron en la asunción de Luis Alberto Lacalle Pou, el pasado domingo, oxigenan un Cono Sur que vive momentos de tensión e incertidumbre.

El «maestro de ceremonia» de traspaso de poder, de quince años de Gobiernos del Frente Amplio, fue el senador más votado: el expresidente socialista José «Pepe» Mujica. El libreto, con el himno nacional incluido, se ajustó a la letra y la música constitucional y evitó retóricas circenses modelo España o Argentina. En la cuestión de fondo, el discurso de Lacalle Pou recuperó y expuso el espíritu genuino de la democracia. «Somos inquilinos del poder, empleados de los ciudadanos», reconoció. La tentación de afilar el cuchillo (tiene 35) y despellejar a sus antecesores como reses camino a la parrilla quedó lejos. «Nos negamos –advirtió- a que esta nueva etapa sea cambiar una mitad por la otra de la sociedad». Dicho de otro modo, «estamos para continuar lo que se hizo bien, para corregir lo que se hizo mal y sobre todo, para hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años». Los aplausos eran del Rey, de los presidentes Mario Abdo Benitez, Ivan Duque, Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera pero también y con energía, del resto de la Cámara y de Mujica.

Hay un «cambio de época» en Uruguay, hay un presidente que reconoce –y lo dice- el valor de los periodistas y su derecho a la crítica, hay un hombre que entiende que es necesario, «el diálogo constante con los partidos políticos que no forman parte de nuestro Gobierno», hay un líder que asume que, después de las palabras, tiene que venir «la acción» para resolver los problemas. Hay un estadista que respeta las diferencias y las libertades sin hacer espectáculo. Lo mismo, lo mismo, que en España.

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