Atentado Sri Lanka

Un hervidero de pasiones entre etnias en un país por hacer

El triunfalismo de la mayoría cingalesa no ha dejado cerrar las heridas de la guerra civil

Atentado en Sri Lanka: casi 300 muertos en uno de los atentados más trágicos de los últimos tiempos

Atentado en Sri Lanka: una iglesia Cristiana destrozada

ABC

Diez años después del término de una guerra civil de cerca de tres décadas, Sri Lanka sufrió ayer el peor atentado de su todavía corta historia como país independiente. Más de 200 personas murieron y otras 400 resultaron heridas en ocho ataques contra iglesias y hoteles en Colombo, la capital comercial y ciudad más poblada del país, Kattana, en el oeste del país, y en la oriental ciudad de Batticaloa.

Después de la dominación china, a partir del siglo XVI, los imperios portugués, neerlandés y finalmente británico controlaron la isla, hasta que la actual Sri Lanka por fin se independizó al término de la Segunda Guerra Mundial.

Desde entonces, la joven democracia, al sur de la Bahía de Bengala y encajonada en la rivalidad regional de China e India, ha estado marcada por tensiones sectarias protagonizadas por la minoría tamil -de tres millones de personas, mayoritariamente hindúes y concentrados en el norte y el este de la isla- frente a la mayoría cingalesa (budistas). La guerra entre el Gobierno y los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE), que estalló en julio de 1983, se extendió durante más de un cuarto de siglo. Aunque bajo el auspicio de Noruega, tamiles y cingaleses llegaron a mantener conversaciones de paz que concluyeron en un alto el fuego en 2002, los combates se reanudaron lentamente y volvieron a estar en plena vigencia en 2006, hasta que en 2009 el Gobierno central proclamó su victoria definitiva frente a la guerrilla separatista. Las tres décadas de conflicto se cobraron la vida de 80.000 y 100.000 personas.

Fuerza unificadora

Una gran variedad de religiones representan a los cerca de 21 millones de habitantes que tiene Sri Lanka. Según el censo de 2011, el 70,2% de eran budistas theravada, el 12,6% eran hindúes, el 9,7% eran musulmanes (principalmente suníes) y el 7,4%, cristianos, de los que un 6,1% eran católicos.

En los últimos años, el triunfalismo de la mayoría cingalesa y el auge del nacionalismo budista, por medio de grupos como Bodu Bala Sena (BBS), más conocidos como Fuerza del Poder Budista, han recrudecido los episodios de violencias sectarias en la isla.

Entretanto, los católicos, más de 1,2 millones de personas en Sri Lanka, son vistos como una fuerza unificadora en el país al encontrase fieles tanto en la minoría de tamiles como en la mayoría cingalesa. En enero de 2015, el Papa Francisco visitó la isla, durante la cual celebró una misa frente a un millón de participantes reunidos en Colombo.

En marzo de 2018, el Gobierno central declaró el estado de emergencia en el país, después de que grupos budistas atacaran negocios, hogares y una mezquita de la minoría musulmana en la ciudad central de Kandy. La BBC informó que un hombre musulmán fue hallado muerto en un edificio incendiado. Según recogió la prensa local, los ataques fueron en represalia por una paliza anterior de una grupo de musulmanes a un budista.

Aunque al cierre de esta edición se desconocía tanto la motivación como la autoría del atentado, según las autoridades citadas por AP dos de las explosiones habían sido llevadas a cabo por terroristas suicidas. En enero la policía de Sri Lanka se incautó explosivos y detonadores después de arrestar a cuatro hombres «de un grupo islamista radical recién formado». Y según Reuters, varios musulmanes de Sri Lanka se unieron al autodenominado Estado Islámico. Para evitar la difusión de rumores que entorpecieran la investigación, el ministro de Defensa, Ruwan Wijewardene, ordenó ayer una prohibición temporal de las redes sociales, y un toque de queda de 12 horas.

El pasado octubre, Sri Lanka vivió el estallido de una crisis política en el país después de que el presidente Maithripala Sirisena despidiera al primer ministro, Ranil Wickremesinghe, para elegir al que expresidente Mahinda Rajapaksa. Tras no lograr este último los apoyos suficientes en el Parlamento, Sirisena anunció la disolución del Parlamento. Denunciado como ilegal por la oposición, el golpe de mano del presidente provocó la paralización del país por más de dos meses: con enfrentamientos en las calles hasta el punto de que varios parlamentarios llegaron a golpearse con empujones, puñetazos al aire y caídas en el hemiciclo.

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