Vecinos de Sumte durante una asamblea informativa con las autoridades locales y regionales
Vecinos de Sumte durante una asamblea informativa con las autoridades locales y regionales - DPA

Un pueblo alemán de cien habitantes recibe mil refugiados

Inquietud en la pequeña población de Sumte por la llegada de un abrumador número de solicitantes de asilo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Varios hombres de seguridad de una empresa privada salen de la nada en cuanto un coche se acerca a la antigua sede de una empresa en Sumte, un pueblo de cien habitantes en el estado federado de Baja Sajonia al que le ha sido asignada la acogida de mil refugiados. No es posible acercarse a menos de 50 metros al edificio de una planta, rehabilitado como centro de acogida y del que parte cada día un autobús con circuito de ida y vuelta para permitir a los recién llegados hacer sus compras en el supermercado más cercano, a cuatro kilómetros. «Nosotros no somos racistas, no tenemos nada en contra de los refugiados, pero aquí no hay trabajo, no hay nada.

Es como tener una prisión con mil personas que jamás podrán integrarse en la vida del pueblo. No entendemos qué sentido tiene traerlos aquí», se queja Charlotte, una vecina que no se deja hacer fotos por miedo a que en las redes sociales la acusen de xenofobia.

En Sumte, en efecto, no hay nada. El pueblo consta solamente de una calle, la Sumterstrasse, a cuyos lados se alinean cuidadas viviendas unifamiliares que conservan la estética hanseática del ladrillo rojo. A la iglesia, cerrada al culto, junto al pequeño cementerio, no se suma una escuela, ni un solo café, ni un solo bar. El ayuntamiento de Sumte es tan pequeño que no podrá albergar la asamblea informativa programada para el miércoles 28 de octubre, por lo que ha sido necesario alquilar el polideportivo de la vecina Amt Neuhaus. Allí se pondrá al tanto a los habitantes de la pedanía de cuántos refugiados han llegado ya al improvisado albergue y de las medidas tomadas por las autoridades locales, entre ellas prolongar el alumbrado de las calles, que hasta ahora se apagaba entre las 12 de la noche y las 4 de la madrugada, así como la adquisición de 8 nuevas farolas.

«Mil refugiados son demasiado para Sumpte. Si fueran 200 ó 300 personas sería una cantidad asumible», declara el alcalde, el democristiano Christian Fabel, a quien el Ministerio de Interior de Baja Sajonia no consultó la decisión.

«Aquí no hay tazas de wáter para tanta gente», advierte un habitante del pequeño pueblo

En una primera asamblea informativa, los habitantes fueron tranquilizados por la alcaldesa de Amt Neuhaus, la independiente Grit Richter, y Alexander Götz, del citado ministerio. La administración regional correrá con todos los gastos y una empresa de seguridad vigilará a los refugiados día y noche. Allí surgieron preocupaciones que no han sido todavía completamente resueltas, como el abastecimiento o el insuficiente servicio de recogida de basura y limpieza de letrinas. «En todo Sumte no hay tazas de wáter para tanta gente», protestó uno de los vecinos, antes de que otra señora sugiriese un miedo que nadie osa pronunciar en voz alta al decir que «la mayoría de los peticionarios de asilo son hombres y tienen sus necesidades».

A Dirk, un fornido granjero entrado en años, le preocupa que la tranquila vida del pueblo se vea alterada por «esos indeseables de extrema derecha que vendrán a montar bronca». «Los habitantes no hemos decidido nada, pero si protestamos somos racistas y si no protestamos nos pueden quemar el granero cualquier noche».

Llega el invierno

«Somos conscientes que la llegada de tantas personas en una comunidad pequeña puede ser una carga para la región y sus habitantes», reconoce la portavoz del Gobierno regional, Nadine Bunzler, pero llega el invierno y Baja Sajonia debe encontrar a toda prisa lugares donde acoger a los 75.000 refugiados que le corresponden. De ellos 4.000 permanecen en tiendas de campaña. «Nos vemos obligados a tomar cualquier edificio que pueda resultar adecuado», justifica Götz. «Este está en buenas condiciones, tiene una valla de seguridad alrededor y solo necesitaba la instalación de más duchas», explica el encargado del centro, Jens Meier, que ha equipado las antiguas oficinas con 60 camas de campaña e iluminación exterior.

Pero la situación dista de estar bajo control. El «Neuer Osnabrücker», diario regional, informa que 700 refugiados han desaparecido de centros de primera acogida como este, escabulléndose en los bosques y abandonando el proceso de solicitud de asilo. Los pasquines de la extrema derecha que llegan por las noches a los buzones de Sumte acusan a los refugiados de «terroristas» y se multiplican los ataques a los albergues. A la salida de Sumte, Dirk pregunta, en todo de reproche: «Y en España, ¿cuántos refugiados han acogido ustedes ya?».

Ver los comentarios