La ola antiestablishment fuerza el abandono del gobernador Walker

El segundo debate se ha cobrado una nueva víctima en la carrera republicana y entre los representantes de la política clásica: el gobernador de Wisconsin, Scott Walker. No ha sido una sorpresa. El conservador que los primeros meses del año se encontraba al frente de las encuestas, particularmente en Iowa (el punto de partida del proceso que se iniciará en febrero de 2016), fue perdiendo gas hasta entrar en verano en una verdadera caída libre, ante el empuje populista de Donald Trump.

Ya en el debate de la pasada semana, las desdibujadas intervenciones de Walker reflejaban que el final de su apuesta estaba cerca. Como si de una montaña rusa se tratara, las continuas subidas y bajadas están convirtiendo la carrera republicana en la más imprevisible en años.

Aunque la marcha de Walker ya era un secreto a voces estos últimos días, llama la atención que uno de los republicanos más fuertes cuando anunció su concurso la pasada primavera se haya ido diluyendo, en gran medida por la marea antiestablishment que impregna la carrera republicana, impulsada por el magnate Trump y reforzada recientemente por el empuje del neurocirujano retirado Ben Carson y la exconsejera delegada de Hewlett Packard, Carly Fiorina.

Sabedor del potencial perjuicio que podía suponerle, Walker había sido uno de los azotes verbales del magnate desde que Trump empezó a ganar terreno en las encuestas.

Considerado uno de los más firmes conservadores pero también uno de los más jóvenes (47 años) del plantel de aspirantes, Walker tomó impulso dentro de las filas republicanas cuando acabó con el derecho a la negociación colectiva de los trabajadores públicos y redujo las cuotas sindicales en el estado de Wisconsin.

La retirada de Walker sucede a la reciente marcha del exgobernador de Texas, Rick Perry, y sin duda marca la que será un proceso de progresivas renuncias de los todavía catorce aspirantes en liza.