George W. Bush, este viernes, durante su visita a la Warren Easton Charter High School, en Nueva Orleans
George W. Bush, este viernes, durante su visita a la Warren Easton Charter High School, en Nueva Orleans - afp

La desigualdad lastra Nueva Orleans el décimo aniversario del huracán Katrina

Estados Unidos se lame las heridas que abrió la gestión de su mayor desastre natural

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Nueva Orleans, la jubilosa ciudad del jazz, la urbe llamada un día a ser la Silicon Valley del sureste norteamericano, no logra recuperar el tiempo perdido. Desde que aquel maldito 29 de agosto en que el huracán Katrina desatara su furia hasta convertirla en un enorme pantano de muerte y destrucción, la lucha de sus habitantes por levantar la cabeza ha sido tan descomunal como incompleta. Diez años después, la otrora esperanza del estado de Luisiana mantiene abierto un combate al desempleo y la desigualdad racial librado con iniciativa, solidaridad y 135.000 millones de dólares de ayuda pública, mientras el país se mira en el espejo de dos desastres históricos en uno: el natural y el de una pésima gestión.

Los problemas económicos y sociales de Nueva Orleans no empezaron el día en que fallaron estrepitosamente sus diques de contención.

Pero la calamidad arrastró consigo muchos sueños, destrozó 1.800 vidas y desplazó a 100.000 habitantes, casi todos de población negra, repartidos hoy por otros estados.

Llegada de ejecutivos blancos

En el fondo del desánimo de la población negra influye el sentimiento de pérdida de miles de miembros de la misma raza, que ha estrechado su tradicional preponderancia con respecto a los blancos: el número de negros se ha reducido del 67% de los habitantes de la ciudad al 59%, mientras que los blancos han pasado del 27% al 31%. Pero la calle sabe menos de estadísticas que de sentimientos, como el que reconoce que las zonas marginales de Nueva Orleans han estado ocupadas tradicionalmente por personas de color. De hecho, el desembarco en algunos de esos barrios de jóvenes blancos, muchos de ellos ejecutivos de nuevas empresas creadas al calor de la reconstrucción, ha contribuido estos años a renovar el desencuentro racial que ya dividía la ciudad antes del Katrina. El dato que aporta Allison Plyer, de la ong Data Center, completa el cuadro: el porcentaje de familias blancas con un ingreso anual por encima de 105.000 dólares ha crecido del 25% al 30%. La experta en demografía subraya que «el nivel de pobreza en Nueva Orleans es hoy tan alto como antes de 2005».

La creación de empleos, con un número que todavía es un 10% por debajo que el que alcanzó antes del desastre, centra otra de las grandes batallas de las administraciones para desvincular cuanto antes la palabra fracaso de la ciudad sureña. El último dato, del mes de julio, contribuyó poco a insuflar optimismo: mientras el conjunto de las áreas metropolitanas de Estados Unidos sumaban un millón de nuevos empleos, la región en torno a Nueva Orleans perdía 3.800.

Empleo precario

Michael Hecht, presidente de Greater New Orleans, la agencia de desarrollo económico local, pone el dedo en la llaga cuando reconoce al «Wall Street Journal» que el gran reto de la ciudad es «crear empleo, pero también empleo bien pagado». Las cifras de salario medio en los restaurantes, uno de los sectores que más ha crecido, son la mejor muestra de la carencia de una amplia clase media trabajadora. Un camarero o empleado de restaurante cobra en Nueva Orleans 17.378 dólares de media, casi la tercera parte del salario medio en el estado de Luisiana, por encima de los 48.000 dólares.

El crecimiento del turismo los años más recientes constituye una de las pocas buenas noticias económicas para la Nueva Orleans que intenta olvidar el pasado más oscuro: 2014 sumó un nuevo récord de visitantes, que superaron los 9,5 millones y dejaron 6.800 millones de dólares. El matiz procece del número de empleados en el sector hotelero, que es inferior en 2.000 a las cifras que constaban antes del Katrina.

Ver los comentarios