La Policía se enfrenta a un manifestante en Ferguson
La Policía se enfrenta a un manifestante en Ferguson - reuters

Desigualdad, rencor y frustración tras la violencia en Ferguson

Ferguson, donde se ha decretado el estado de emergencia ante el rebrote de la violencia, es un símbolo de los esfuerzos —y los fracasos— por mitigar la tensión racial en EE.UU.

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La protesta y la violencia en sus calles ha vuelto a poner a Ferguson (Misuri) en la pantalla de los televisores de todo EE.UU. Las manifestaciones en el primer aniversario de la muerte de Michael Brown —el joven negro al que un policía disparó cuando iba desarmado— arrancaron el viernes y el sábado en tono pacífico. Pero en la medianoche del domingo al lunes hubo tiroteos, con un manifestante herido por la policía después de haber disparado a los agentes y dos jóvenes a quienes dispararon desde un coche cerca del memorial a Brown. También hubo algunos saqueos y enfrentamientos con la policía.

Tras esa noche conflictiva, las autoridades del condado de San Luis declararon el lunes estado de emergencia en respuesta a un «potencial daño a personas y propiedades».

Durante el día hubo protestas pacíficas y actos de desobediencia civil, como una sentada en los tribunales federales de San Luis, donde se detuvo a 57 personas, y un corte de la autopista interestatal 70, donde se efectuaron 60 arrestos.

Por la noche del lunes y la madrugada del martes, se vivió una calma tensa, con rifirrafes entre manifestantes y policía que se saldaron con otros 23 detenidos.

Las imágenes de protestas violentas, policías antidisturbios y gases lacrimógenos de estos días son intercambiables con las de hace un año. ¿Ha cambiado algo en Ferguson en este tiempo? La localidad ha tratado de representar mejor a su población —casi el 70% es negra, pero apenas tienen autoridades de esa raza—: en los últimos meses, se ha colocado un jefe de policía negro para un cuerpo de agentes sin apenas oficiales de color; se ha nombrado a un juez negro para el tribunal municipal; y dos nuevos concejales son de la misma raza (hasta ahora solo había uno, frente a seis representantes blancos). Algunos de estos cambios tienen que ver con el destructivo informe que elaboró el Departamento de Justicia sobre la policía de Ferguson, en el que se detallaban prácticas racistas sistemáticas y tácticas dedicadas a disparar la recaudación policial —con continuos arrestos, superposición de multas o condenas a pagar retrasos—.

En Ferguson, algunos ven esta transición con buenos ojos. Para otros, son cambios cosméticos. Lo que está claro es que ninguno de los problemas estructurales que afectan a localidades como Ferguson —desigualdad, pobre acceso a educación y oportunidades, segregación de hecho, desconfianza en la policía y en el sistema judicial— podrían desaparecer pronto. «Ha salido a la luz mucha frustración reprimida», explicó a «The New York Times» la senadora demócrata por Misuri Claire McCaskill. «Eso no desaparece en doce meses. No va a ocurrir de la noche a la mañana. No se va a acabar en 365 noches. Van a ser años».

A la vez, el paso del tiempo no ha hecho olvidar las tensiones raciales y los abusos policiales en Ferguson y en el resto de EE.UU., sino que cada vez el altavoz sobre estos asuntos es más potente. Los medios, las asociaciones por los derechos civiles surgidas tras Ferguson —como el movimiento Black Lives Matter— y los activistas en las redes sociales se han esforzado en que la opinión pública reaccione ante casos de abusos policiales que antes apenas pasaban de las páginas de sucesos. Desde la muerte de Michael Brown, la indignación se ha extendido en todo EE.UU. por las muertes de Eric Garner —asfixiado por un policía en Nueva York—, Tamir Rice —un adolescente disparado cuando llevaba un arma de juguete—, Freddie Gray —muerto por lesiones en su traslado a la comisaría—, Walter Scott —tiroteado por la espalda por un agente cuando huía desarmado— o Sandra Bland —fallecida, supuestamente por un suicidio, en su celda después de haber sido detenida en un control de tráfico—.

Un estudio de Associated Press asegura que un año después de la muerte de Brown, tres de cada cinco negros de EE.UU. aseguran que ellos o un miembro de su familia han sido maltratados por la policía por su raza. Tres de cuatro blancos cree que el color de la piel no tiene que ver con cómo actúa la policía, según la misma encuesta. Otro estudio de la CBS y «The New York Times» revela que seis de cada diez estadounidenses —con un porcentaje superior entre los negros— cree que las relaciones raciales en el país son malas, y que casi el 80% de los negros piensa que la justicia criminal les perjudica (en 2013, solo era el 61%).

Mientras tanto, entre insultos a los inmigrantes mexicanos, comentarios sexistas, defensas de las clases medias o críticas a los acuerdos con Irán, las tensiones raciales y los abusos policiales apenas se han hecho un hueco en la pelea de las primarias presidenciales. Otra razón para que muchos en Ferguson y en el resto de EE.UU. crea que todo está igual —o peor— que el día antes de que muriera Michael Brown.

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