Manifestación antiausteridad de este domingo en Atenas
Manifestación antiausteridad de este domingo en Atenas - reuters

Los griegos, entre la esperanza y el miedo

Tsipras ha anunciado en Bruselas que llegará a un acuerdo que «será viable económicamente, dejando atrás los superávits primarios excesivos y salvando las jubilaciones»

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La sensación de esperanza y de miedo está presente estos días en todas las familias griegas. Por un lado, los ciudadanos de a pie escuchan mensajes optimistas de su primer ministro, Alexis Tsipras, que en Bruselas ha mantenido un programa maratoniano este lunes anunciando desde la capital belga que llegarán a «un acuerdo que será viable económicamente, dejando atrás los superávits primarios excesivos y salvando las jubilaciones y los salarios estatales». Pero la sensación en la calle es más de miedo que de optimismo.

«Tsipras volverá victorioso y después de unos días nos daremos cuenta de lo que ha firmado. Vamos a tener que remar muchos meses», dice Andreas, un arquitecto cuarentón que ha pasado de trabajar en importantes obras públicas a hacer modestas reformas en casas particulares que le pagan poco a poco.

«Lo único claro es que si no estamos en Europa no hay futuro para nadie», concluye Andreas.

Yanis H., un taxista de 45 años, afirma que está seguro que habrá un compromiso: «Pero todo seguirá igual. Tsipras ha negociado igual que lo hubiéramos hecho cualquiera de nosotros. Y pagaremos todos y seguiremos pagando y viviendo de prestado. Yo tengo una hipoteca con el banco para pagar mi casa. Seguiré pagando y también seguiré pagando el impuesto inmobiliario (equivalente al IBI, que Syriza prometió eliminar desde este año)».

«Sin acuerdo, ni eso»

Kety, que tiene 55 años y fue dependienta de tiendas de regalo y de una mercería, también cree que habrá acuerdo porque el gobierno «no tiene otra alternativa: el Estado se ha quedado sin dinero y no han encontrado financiación en otros sitios», en referencia a las presuntas fuentes alternativas de financiación en Rusia y en China. Kety trabaja desde los 22 años, pero se pudo jubilar a los 50 al tener una hija menor en casa (a partir de ahora cambiará el sistema de jubilación y las prejubilaciones). «Si no me hubiera prejubilado a los 50, con 750 euros de pensión, teóricamente lo habría hecho cinco años mas tarde con 1.200 euros. Pero la mercería donde trabajaba la han cerrado, me habría quedado en la calle. Ahora por lo menos cobro mi jubilación. Si no hay acuerdo, ni eso», dice Kety.

Elefthería, una ama de casa de 65 años casada con un fontanero, ve las cosas de otra manera. «Yo me ocupo de mi casa y de mi familia y mi marido no se puede jubilar: tenemos que ayudar a nuestras dos hijas. Se han quedado sin trabajo y sus maridos también. Yo cuido a los cinco nietos que tenemos en total en casa, no hay dinero para guarderías privadas y las públicas cercanas han cerrado por falta de dinero o no tienen plazas. Las hijas tienen préstamos que ahora no pueden pagar, ni siquiera tras renegociarlos con el banco y solo encuentran trabajos con contratos cortos. Los maridos trapichean: llegaron a ganar 200 euros al día en la construcción y ahora que no hay obras, con suerte, les pagan 30 euros al día haciendo chapuzas. Y Stávros (su marido) sigue trabajando con mas de 70 años. Además ahora le piden recibos».

Para muchos, en especial quienes trabajan para el Estado, la situación es mas alarmante. Vanguélis, que es un policía, está inquieto: «Nos han bajado el sueldo desde el 2010. Cobrábamos antes 1.800 euros en 14 mensualidades y ahora no llegamos a los 1.200 en 12 meses. Pero por lo menos nos pagan. Ahora no sabemos si lo harán a finales de este mes». Vanguélis sabe que desde hace varios años en las comisarías no hay casi fondos ni para gasolina ni para arreglar los coches patrulla. Pero espera cobrar este mes.

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