Erdogan, en un acto electoral el 5 de junio en Ankara
Erdogan, en un acto electoral el 5 de junio en Ankara - afp

La economía, el flanco débil de Erdogan en las elecciones turcas

La inflación y el desempleo podrían restarle muchos votos a los islamistas en el gobierno

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Durante más de una década, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogan ha tenido en el éxito económico uno de los pilares de su éxito electoral. Las reformas económicas impulsadas por esta formación han permitido el surgimiento de una importante clase empresarial piadosa cuyo conservadurismo religioso, unido a un pujante espíritu empresarial, les ha llevado a ser considerados a menudo como una especie de «calvinistas de Anatolia». En 2011, el PIB turco creció un espectacular 8,5 %, la segunda economía del mundo con mayor expansión, tan solo por detrás de China.

Pero esas cifras parecen ahora lejanas. En 2014, el crecimiento fue de un 2,9%, y es improbable que este año vaya a obtener mejores resultados, muy por debajo de lo que el país necesita para absorber a toda la población juvenil que se incorpora al mercado laboral.

El desempleo supera el 11%, y aunque la cifra sea moderada para la región, es la más alta desde el despegue económico del país en la pasada década.

«El problema más importante es el descenso del crecimiento y el aumento del déficit. El país importa mucho más de lo que exporta, y depende demasiado del capital extranjero. Y es cada vez más difícil conseguir créditos, porque los inversores temen que Turquía sea incapaz de pagar en el futuro», explica Emrah Üçer, investigador del Departamento de Economía de la Universidad Técnica de Estambul. «Los consumidores turcos dependen mucho de los bienes importados. Todo lo que usamos en nuestra vida diaria es importado, o tiene componentes de importación, por lo que la depreciación de la lira tiene un impacto profundo», indica.

Los mercados temen las salidas de tono del presidente Erdogan, como sus recientes ataques contra el gobernador del Banco Central Erdem Basci por negarse a bajar los tipos de interés, motivados por la idea más o menos disparatada, tomada de algunos teóricos islamistas, de que su subida es lo que causa la inflación. Desde su llegada a la presidencia el pasado agosto, casi cada aparición pública de Erdogan ha provocado un descenso de la lira turca, que ha pasado de una ratio de 1,3 respecto al dólar en 2002, cuando el AKP llegó al poder, a los actuales 2,67.

Esto no ha impedido que el partido de Erdogan haya basado parte de su campaña en sus logros económicos del pasado. «Los demás hablan, el AKP lo hace», afirma uno de sus eslóganes electorales. «La política estaba atascada, incapaz de proporcionar servicios, la economía estaba desplomándose, la producción se había parado, y la paz social estaba bajo amenaza. Todo el mundo estaba inquieto cuando llegamos al poder en 2002», volvió a insistir ayer Erdogan en otro de sus actos electoralistas camuflados de «encuentros del presidente con el pueblo».

El desarrollo también ha tenido su lado negativo: el país asiste a un «boom» de la construcción que todos los expertos consideran ya una burbuja, que ha encarecido enormemente el precio de la vivienda. Además, la inyección de liquidez de los últimos años ha tenido como consecuencia una inflación que ronda el 8% anual de forma oficial, aunque en realidad es algo más elevada.

Al país, además, le ha afectado enormemente la inestabilidad regional. Si en 2011 Turquía se planteaba la creación de una zona de libre comercio con Irak, Siria, Jordania y Líbano, ahora el país ha perdido gran parte de esos mercados. «Ya no queda nada de aquello», se quejaba recientemente Mahmut, un comerciante de la ciudad de Reyhanli, en la frontera siria. «Antes, los camiones tardaban dos semanas en ir y volver a los países del Golfo. Ahora se tardan 45 días, y hay que pagar mucho más de aduanas, combustible y esas cosas», le dijo al corresponsal de ABC. Muchos turcos culpan al gobierno por lo que consideran una negligente gestión de la política exterior, al haber tomado partido por un bando por razones ideológicas. Es el caso, por ejemplo, de Egipto, donde la férrea defensa del derrocado gobierno islamista de Mohamed Mursi se ha plasmado en represalias económicas contra los camioneros turcos.

«Creo que esto tendrá un efecto en las elecciones, porque todas las crisis económicas en Turquía han tenido que ver con la depreciación de la lira. Naturalmente, la economía no es el único factor, pero si tomas las dos últimas décadas de democracia, y las comparas con los resultados económicos, hay una correlación directa entre ambas», señala Üçer. «Cada vez que ha habido una crisis, los partidos gubernamentales han obtenido resultados electorales terribles. En 2001 hubo una gran crisis, a consecuencia de la cual los electores castigaron al gobierno al año siguiente, y de forma similar en 2009, tras la crisis global, cuando el AKP solo consiguió un 39 por ciento de los votos», comenta.

«La situación no es tan mala como en 2001, pero se empieza a parecer a la de 2009. Como consecuencia de la reducción del crecimiento, está afectando a la percepción de la gente normal, a su consumo diario, por lo que el voto al AKP se reducirá. No sería una sorpresa si queda por debajo del 40 por ciento», indica Üçer.

Inquietud en los inversores

Los inversores y hombres de negocios contienen la respiración ante las que podrían ser las elecciones más críticas de la historia reciente de Turquía. Si el AKP llegase a controlar más de dos tercios de la Asamblea Parlamentaria (o 367 escaños), Erdogan se vería legitimado para poner en marcha su largamente ambicionada reforma de la Constitución, que incluiría un cambio de modelo político a un sistema presidencialista «fuerte». Incluso con dos quintos (o 330 escaños), podría impulsar la idea del presidencialismo en un referéndum popular. Una idea que no termina de gustar a la comunidad empresarial, temerosa de quedar expuesta a las arbitrariedades de un líder cuyo poder apenas tendría límites.

Por ahora, todas las encuestas le otorgan al partido al menos un 41 %, si bien esto podría no ser suficiente: si la formación kurda HDP logra convertirse en el cuarto partido en el Parlamento (para lo que tendría que superar una elevadísima barrera electoral del 10 %), el AKP podría tener problemas incluso para gobernar en mayoría. Ocurra lo que ocurra, la inestabilidad acecha, lo que podría seguir teniendo consecuencias para la ya lastimada economía turca.

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