Una pastelería del barrio histórico de Belleville, en París
Una pastelería del barrio histórico de Belleville, en París - j. p. quiñonero
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Artistas y grafiteros «maquillan» los viejos muros de París para ocultar su decrepitud

La decoración aleatoria de edificios avejentados no solventa los problemas de fondo (pobreza, presupuestos ruinosos), pero cambia el rostro de barrios históricos

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¿Qué hacer cuando los muros de una ciudad se agrietan, envejecen y no hay dinero para reconstruir edificios y barrios aquejados por una inquietante vejez? París ha encontrado una solución al alcance de los más modestos presupuestos: «maquillar» muros y edificios, pintar con los más deliciosos colores los rincones más sórdidos, pedir a los artistas y grafiteros que decoren una ciudad que se desea más joven, más limpia y más bella.

En Belleville, un barrio histórico que ya es un zoco multicultural, la plaza Fréhel se ha convertido con el tiempo en uno de los pilares del nuevo maquillaje urbano de la gran ciudad. Hace años, los alcaldes del barrio y de París tuvieron una idea original: pedir a varios pintores que decoraran los muros de la plaza.

En Saint-Germain se han pintado muros de color rosa crema y rosa bombón

Fréhel fue el nombre de guerra de Marguerite Boulch, una antecesora ilustre de Édith Piaf: una cantante popular de rompe y rasga. La plaza que le fue consagrada en uno de los grandes barrios históricos de París sufría de vejez, pobreza y miseria urbana. Decorada por Benn (artista conceptual de cierta fama) y Jean Le Gac (un maestro de la Nueva Figuración), la plaza se transformó en su día en una obra de arte de nuevo cuño. Y la pobreza urbana que la rodea quedó redimida a través del maquillaje artístico.

Hay soluciones mucho más baratas. En el corazón del más selecto barrio de Saint-Germain, viejos edificios del XIX sufrían de una irremediable vejez. ¿Cómo devolver a viejas casucas de otro tiempo una modernidad atractiva para el turismo cosmopolita? Pura y sencillamente: pintando los muros de rosa crema/rosa bombón. Pintados de rosa, los más arcaicos muros de viejos edificios de una o dos plantas pueden transformarse en casas de muñecas salidas de cuentos de hadas bien reales.

Otras soluciones

Entre los pintores que realizan obras figurativas en los muros de un barrio popular/multicultural y el mero maquillaje de viejas casucas pintadas de rosa bombón, hay otras soluciones. En una esquina ultraturística/ultrasnob, como es la de las calles Seine y Buci, se recurre sistemáticamente a una solución alternativa. Pintadas/grafitos realizados por «animadores» del lugar. Nada de dejar a anónimos creadores que ensucien los muros con rayajos obscenos. Los más selectos gratiteros son invitados a realizar obras más o menos efímeras, con el fin de dar a los muros de la ciudad la ilusión de una imaginación que no debe molestar, inquietar ni soliviantar los ánimos del personal turístico.

En los nuevos barrios nocturnos de París, en torno a los metros de Bastille y Oberkamph, el grafito creativo tiene un puesto esencial en la decoración de los nuevos espacios urbanos emergentes. En la calle Dénoyez, por ejemplo, buena parte de la calle (en un estado de ruina mal que bien contenida) se ha convertido en un gran pizarrón o caballete artístico, ofrecido de manera permanente a los nuevos artistas urbanos. Por un precio irrisorio, una calle ruinosa se convierte automáticamente en espacio artístico que encanta y distrae a la clientela turística más cosmopolita.

Sin duda, ni el maquillaje ni la decoración aleatoria de los muros avejentados de una vieja ciudad pueden solventar los insondables problemas de fondo (pobreza, decrepitud, presupuestos ruinosos, etcétera). Pero... si pueden cambiar o maquillar el rostro de calles y barrios, devolviéndoles la vida no solo ilusoria de otros colores, iluminando el desierto urbano con la esperanza de otros mundos más limpios y bellos, que están en este.

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