La Gioconda ante la mirada atenta de los visitantes del Louvre
La Gioconda ante la mirada atenta de los visitantes del Louvre - j. p. q.
Francia

El nuevo Louvre, pop y mestizo

Del gran museo nacional (460.000 obras, expuestas en 60.600 metros cuadrados de salas de exposición) a la empresa consagrada al «Entertainment Business»

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Si Luis XIV levantase la cabeza, desde la tumba, los pelos de su peluca postiza de pondrían de punta, aterrorizado ante el espectáculo...

… sus augustas colecciones son fotografiadas por una turba errante por su palacio, tocada con turbantes de muy distintas religiones; a las puertas de sus salones, desarrapados jóvenes de raza negra venden Venus de Milo de plástico, maquilladas con colorines chillones.

La conversión del gran museo nacional (460.000 obras, expuestas en 60.600 metros cuadrados de salas de exposición) en una empresa consagrada al «Entertainment Business» -enseñado a paso de carga en las más novedosas universidades- ha consumado una metamorfosis histórica que tiene muchos rostros.

Las más famosas hamburgueserías cosmopolitas han hecho una entrada triunfal en el antiguo palacio real.

Ante los grandes frisos griegos no es difícil encontrar familias que se toman un bocata con cola en una esquina. Los turistas que lo deseen encontrarán un espacio consagrado a la fotografía: el fondo de la montaña con vacas de los antiguos fotógrafos de pueblo puede sustituirse con el fondo de las más canónicas obras maestras. Icono entre las obras maestras, la Gioconda debe soportar un rosario de manadas turísticas, prestar a inmortalizar un instante de gracia, pertrechadas con gorras de equipos de beísbol usa o equipos de fútbol financiados por alguna tiranía musulmana.

Estadísticamente, la tropa turística pasa mucho menos tiempo esperando la revelación artística que eligiendo alguna Victoria de Samotracia, en plástico, a diez o veinte euros. Y el vagabundeo errante por interminables y tediosos pasillos es mucho menos apasionante que el lucimiento de la joyería o bisutería comprada antes o después en las tiendas consagradas al gran arte del atrapaturistas.

El Luis XIV aterrado que hubiese contemplado el espectáculo cosmopolita que no cesa, en los antiguos salones reales, podrá consolarse comprándose un cucurucho de 5 euros de castañas pilongas que venden a las puertas del antiguo palacio jóvenes inmigrantes del Este, modestísimos y sin afeitar, intentando ganarse la vida bajo las columnas del antiguo templo consagrado a las divinidades laicas de nuestro tiempo.

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