Uruguay, el verdadero país de la casta

Dos de los tres candidatos principales a la presidencia son hijos de expresidentes. El tercero ya ocupó el cargo entre 2005 y 2010

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Uno es el hijo de un difunto dictador que fue condenado por los crímenes que cometió en el poder, otro el hijo de un expresidente y el otro él mismo un expresidente. Estos eran los tres candidatos principales entre los que pudieron elegir el pasado domingo los uruguayos en la primera vuelta de sus elecciones presidenciales y legislativas. Si el hoy omnipresente Pablo Iglesias fuera uruguayo, no tendría dificultades en encontrar motivos para denunciar el poder de la casta.

Sin embargo, los uruguayos no encuentran motivo de escándalo en una endogamia política que es un rasgo diferencial respecto a otros países latinoamericanos y que cabría achacar a la reducida población del país. Como son tan pocos, solo 2´6 millones, hay quien ve normal que determinados nombres se repitan en la cúpula.

Apellidos como Lacalle o Bordaberry son los que mejor ejemplifican este nepotismo institucionalizado, que, no obstante, no debe atribuirse a prácticas corruptas, sino a la tradición política del país. Como explica Ricardo Daher, redactor de información política en el diario «La República», «hay unas familias patricias que destacan en la política y la economía ya desde el siglo XIX». La preeminencia de estos grandes clanes se ha reducido desde la reforma constitucional que obliga a todos los partidos a celebrar elecciones primarias para elegir a sus candidatos, pero la vieja élite mantiene todavía una notable presencia.

La inagotable saga Lacalle

Caso paradigmático es el de Luis Alberto Lacalle Pou, candidato del Partido Nacional, de orientación liberal e hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, cuya figura todavía suscita una gran división en Uruguay por el drástico programa de privatizaciones que llevó a cabo en el poder. Lacalle hijo, que será el rival del oficialista Tabaré Vázquez en la segunda vuelta, ha intentado durante la campaña electoral despegarse del recuerdo de su padre, que ha evitado manifestaciones públicas para no entorpecer las posibilidades de su hijo. Pero es que ya el bisabuelo de Lacalle Pou, Luis Alberto de Herrera fue un preboste de «los blancos» que marcó medio siglo de historia política uruguaya.

Ya descartado tras haber quedado en tercer lugar en la primera votación ha sido Pedro Bordaberry, candidato del Partido Colorado. También su padre fue un mandamás controvertido. Juan María Bordaberry, dictador que rigió el país con puño de hierro entre 1973 y 1976 y fue finalmente condenado por crímenes de lesa humanidad. Bordaberry padre murió en julio de 2011. Su hijo mantiene al clan en primera línea de la actualidad.

Aunque el fenómeno es más leve en ellas, tampoco en las filas del izquierdista y gubernamental Frente Amplio encuentran savia nueva los votantes uruguayos. A punto de despedirse José Mujica, al que la Constitución no le permite presentarse a la reelección, la dupla electoral la forman Tabaré Vázquez para presidente y Raúl Sendic para vicepresidente. Vázquez ya fue presidente entre 2005 y 2010 y el balance positivo de su quinquenio presidencial llevó a elegirlo como candidato a la presidencia pese a que su figura suscita rechazo entre los sectores más a la izquierda del Frente. Sendic por su parte es hijo de Raúl Sendic padre, que, si bien no ocupó ningún escalafón del poder, fue uno de los fundadores junto al presidente Mujica de la guerrilla tupamara en la que se crió política e ideológicamente gran parte de los cuadros actuales del oficialismo. Más en los partidos tradicionales que en la izquierda, pero en Uruguay la política queda en familia.

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