Una manifestante se dirige con megáfono en mano a los terroristas de Boko Haram
Una manifestante se dirige con megáfono en mano a los terroristas de Boko Haram - reuters

Aumentan las dudas sobre el alto el fuego entre Boko Haram y Nigeria

Fuentes de Presidencia habían asegurado que la liberación de las más de 200 niñas secuestradas por el grupo islamista se produciría este lunes o martes

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Tres días después de anunciar el feliz desenlace a un secuestro que se transformó en fenómeno global, Nigeria mira nerviosa el calendario: el tiempo amenaza con desnudar vergüenzas.

El viernes, el Ejército de Nigeria confirmaba un acuerdo de alto el fuego con la milicia islamista de Boko Haram, así como la próxima liberación de más de 200 niñas que mantenía en su poder.

El anuncio no parecía casual. Esa misma semana se cumplían seis meses del secuestro de las jóvenes, raptadas el pasado 14 de abril de una escuela de Chibok, al noreste del país africano. De igual modo, el presidente, Goodluck Jonathan, tiene previsto anunciar en las próximas fechas su candidatura a las elecciones de febrero.

Entonces, fuentes de Presidencia filtraron de forma intencionada que la liberación de las jóvenes podría llevarse a cabo este lunes o, a más tardar, el martes.

Nada se supo entonces de las condiciones (el líder del grupo islamista, Abubakar Shekau, ha reiterado en numerosas ocasiones que la única vía del diálogo es una liberación masiva de sus combatientes en las cárceles del país). Sin embargo, nuevos ataques aumentan ahora las dudas sobre la credibilidad del Gobierno.

Desde que se anunció el alto el fuego, presuntos insurgentes han llevado a cabo dos acciones armadas, ambas en el Estado de Borno, noreste de Nigeria. Primero en la localidad Abadam la noche de mismo viernes, matando al menos a una persona, y después en Dzur, el sábado por la mañana, que dejó al menos ocho fallecidos.

Los precedentes tampoco ayudan a dar credibilidad a la Presidencia.

Pese al anuncio del Gobierno de Abuya (y recordemos, callada de Boko Haram), históricamente, los acuerdos entre la milicia y el Ejecutivo siempre han caminado por el alambre del desastre.

Y hay que recordar que las negociaciones sobre la liberación de las niñas se encontraban en punto muerto.

Ya en noviembre de 2012, el grupo armado había establecido sus primeras demandas para iniciar conversaciones de paz con el Ejecutivo y poner así fin a una sangría humana que, entonces, amenazaba la estabilidad del país africano.

Entre las principales reclamaciones del grupo rebelde se encontraba que ambas partes se trasladaran a Arabia Saudí para desarrollar el armisticio, que el exmandatario Muhammadu Buhari se involucrara en el proceso, así como la detención inmediata de Ali Modu Sheriff, exgobernador local (y acusado de ser la mano negra detrás del grupo en sus comienzos).

A su vez, a mediados del pasado año, Boko Haram rechazó la idea de una amnistía contra sus miembros por parte del Gobierno de Nigeria, a quien acusó de cometer «atrocidades» contra la comunidad musulmana.

Representante desconocido

En aquel entonces, el presidente, Goodluck Jonathan (quien recordemos se enfrenta a elecciones generales el próximo mes de febrero) apostó por la creación de un equipo de expertos para valorar la viabilidad de un perdón público al grupo islamista. No obstante, y a pesar de los miles de muertos ocasionados por los rebeldes, la milicia prefirió optar por el victimismo.

«Sorprendentemente, el Gobierno nigeriano habla de otorgarnos una amnistía. ¿Qué mal hemos hecho? Por el contrario, somos nosotros los que deberíamos dar el perdón», aseguró entonces en un comunicado Abubakar Shekau, el enigmático líder de la milicia.

Es precisamente las dudas sobre el liderazgo del grupo rebeldes, otra de las incógnitas del acuerdo. Por ejemplo, el supuesto enviado de Boko Haram en las negociaciones de paz, Danladi Ahmadu, quien aseguró haber participado en la firma del alto el fuego, no forma parte del consejo de Gobierno Boko Haram. Es más, hasta el pasado fin de semana, su nombre era completamente desconocido entre la mayoría de analistas.

En este sentido, la creciente división entre las fuerzas islamistas, más aún después del anuncio del posible fallecimiento de su líder, dibuja una tenebrosa posibilidad: Que el acuerdo de paz solo fuera llevado a cabo por una de las facciones del grupo armado y la violencia continúe.

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